miércoles, 23 de marzo de 2016

JOAQUÍN NUMANCIA

Buenos días a tod@s!
Como os comentábamos en la anterior publicación, esta semana el artículo de “El Heraldo de la Jota” escrito por D. Demetrio Galán Bergua habla del “jotero romántico por excelencia, altruista y desinteresado”, Joaquín Numancia.
Os dejamos con el artículo publicado el 3 de Diciembre de 1961.

Domingo 3 de diciembre de 1961

GALERIA DE LA JOTA
CANTADORES CÉLEBRES: JOAQUIN NUMANCIA

ANIVERSARIO
Hoy, día 3 de diciembre de 1961, hace dieciocho años que falleció en Zaragoza el castizo jotero Joaquín Numancia, que nació en nuestra ciudad en 1898, en la calle de San Lorenzo, y fue bautizado en la Iglesia de la Magdalena. Al iniciar esta crónica biográfica en la Galería de la Jota de HERALDO DE ARAGON queremos, a la vez que la ofrecemos a los lectores, dedicarla a sus familiares, muy especialmente a su viuda e hijos, en la seguridad de que este recuerdo periodístico en el decimoctavo aniversario de su muerte llegará a ellos como una prueba del afecto, simpatía y admiración que por él sentimos los que tuvimos la satisfacción de conocerle.

AFICIONADO
Joaquín Numancia, fue un caso interesantísimo entre los cantadores de Jota aragonesa. ¿Mejor, peor, igual a otros de su época?... No hemos de ser nosotros quienes hayamos de dilucidarlo. Lo que si afirmamos, sin recelo alguno, sin temor a decir lo que no es absolutamente cierto, es que Joaquín Numancia era algo distinto a los que en aquellos tiempos destacaron. Y era así porque su formación artística fue tan personal, tan intuitiva, tan apartada  de moldes y escuelas tan independiente, tan “suya” que, sin que nadie le hubiera enseñado a cenata la Jota, andando desde pequeño entre guitarros y vihuelas, amando al canto regional y limitándose a interpretarlo a su modo después de escuchar a joteros y aficionados, un buen día se “destapó” ante el público, y  no precisamente en Aragón sino en Vasconia, en Villafranca de Oria. Y fue en tierra vasca su debut, su bautismo artístico ante su auditorio no aragonés, porque Numancia estaba casado con una buena moza Tolosa y tuvo ocasión, estando allí, de organizar, llevado de su afición, un festival de Jota aragonesa. Es oportuno hacer constar el hecho curioso de que en aquella ocasión, además de recibir felicitaciones efusivas por su modo personalísimo de cantar, le dieron un primer premio de baile. O sea, que sin haberse probado nunca ante el público, resultaba que valía para cantar la Jota y para bailarla.
A parir de este primer episodio de su vida de jotero aficionado volvió a Zaragoza, ingresó como camillero en la Cruz Roja y fue en otro festival, organizado esta vez por la humanitaria entidad, donde Numancia, volvió a cantar y empezó a cosechar, como cantador reconocido, los más calurosos aplausos.

PROFESIONAL.
Joaquín Numancia, baturro por esencia, presencia y potencia, que vestía con presencia y garbo el traje regional, constituyendo una admirable estampa típica, se dio a conocer como verdadero profesional en 1918, en la Ronda de Primavera, cuando a la sazón contaba treinta y dos años de edad. Desde entonces hasta muy poco antes de su muerte fue Numancia el jotero romántico por excelencia, altruista y desinteresado, siendo una de sus principales características el hecho de que siempre huyó de todo homenaje, de toda propaganda y de toda intervención en concursos oficiales- Por no acudir a ningún certamen de Jota no tuvo –oficialmente- premio alguno como cantador; pero cantó al estilo del “Royo del Rabal” y del “Tuerto de las Tenerias”, y supo respetar, como “poco” la pureza de los clásicos estilos. Un detalle de sus espléndidos y romanticismo es que tuvo muchos discípulos y ni a uno solo le pasó factura por sus enseñanzas. Numancia, en fin, aprovechaba todos los momentos libres para dedicarse a su afición jotera, obsesionante; se gastaba los dineros por ella, regalaba el fruto de su trabajo, prodigaba sus facultades y vivía y gozaba hablando de sus aventuras, viajes, emociones, anécdotas y hechos curiosos relacionados con lo que más le dominaba: la Jota.

ANÉCDOTAS Y COPLAS ALUSIVAS
Joaquín Numancia llevó fama de cantador ingenioso, tanto al espetar tierras suyas – casi siempre improvisadas- como al aprovechar las ajenas en momentos adecuados. Su historia de jotero está llena de anécdotas y alusiones célebres. Y es que Numancia, baturro liso y llano, alegre y socarrón, poseía el don de la gracia, del humorismo y de la oportunidad, unido no pocas veces a un buen sentido de la galantería. Para muestra veamos varios ejemplos entre los muchos que podríamos recordar.
En un pueblo en fiestas en las estribaciones del Moncayo, dedicó a las mozas esta copla plagiada a otra similar de García Arista:
Viendo vuestras caras blancas
güelvo la vista al Moncayo
y me s’antojan carbones
las nieves del gran picacho.
No le faltó su sátira bien dispuesta cuando, con picardía e intención en una fiesta de alta sociedad, en el Casino Mercantil de Zaragoza, al observar que habla resultado estéril la llamada de Allué Salvador para que las señoritas acudieran al acto vistiendo el traje regional, les “soltó” esta canta:
No llevaría Agustina
cuando disparó el cañón,
ni rímel, ni falda corta,
ni pelico a lo “garsón”.
En el Gran Teatro de Córdoba en 1927, ante la mejor de la sociedad de la ciudad del Califa, brindó a la mujer cordobesa esta cuarteta llena de galantería y fervor baturro:
El mejor cantar del mundo
es la Jota aragonesa;
y la mujer más bonita
es la mujer cordobesa.
También en 1927, con motivo de la constitución en Zaragoza de la Junta Nacional del Centenario de Goya, ante el alcalde de Madrid, el gran pintor Moreno Carbonero, Eugenio D’Ore y otras personalidades españolas, nuestro jotero ofreció esta ingeniosa canta hija de su inventiva:
Goya pintó en sus Caprichos
cuanto vio a su alrededor
Pero la “Maja desnuda”…

¡pa mi, el capricho mejor!

©Archivo Heraldo de Aragón

EL JOTERO MILAGROSO…
En la biografía de Joaquín Numancia que se ha traído a la Galería de la Jota de HERALDO DE ARAGON no podía faltar un hecho duriocísimo al que, con menos detalles, me referí en otra crónica no periodística. Se trata de las coplas anecdóticas que él improvisó en cierta ocasión regocijante, que esta vez vamos a describir ampliamente y con la mayor veracidad, de acuerdo con los datos recogidos y con las declaraciones del ocurrente jotero.
En un pueblo de la provincia de Zaragoza, cuyo nombre no hace al caso ni considero oportuno mencionar, se celebraban las fiestas patronales. La gente escasamente tenía humor para disfrutar de ellas. La sequía era espantosa. No llovía hacía mucho tiempo y la cosecha de trigo estaba a punto de perderse. Numancia tenía que intervenir en el tablado levantado en la plaza Mayor. Llegado el momento, este cantador entremezclaba –como era peculiarísimo en él- las copias ajenas, las más popularizadas, con las de su propia inventiva. Cuando llevaba cantadas más de una docena, el alguacil del pueblo se le acercó y le dijo con gran reserva – no sabemos si humorísticamente o llevado de un oculto fanatismo-:
“Oye, maño. Ya podías inventar una coplica pa que llueva. Miá que tenemos los campos secos, que nos vamos a quedar sin pan p’al ivierno, y ya no nos valen ni las rogativas”. Y Numancia, ni corto ni perezoso, se lio la manta a la cabeza y espetó la siguiente canta:
Premito, el Patrón del pueblo
y la Virgen soberana
que caigan sobre estos campos
cien mil toneladas de agua.
La ovación fue ensordecedora. Los campesinos levantaban sus brazos musculosos y aplaudían a rabiar. Las mujeres se mesaban los cabellos y lanzaban gritos de alegría. Los viejos lloraban. Los críos saltaban de contento y recorrían la plaza como cabrillas locas. Numancia, pleno de serenidad, llevó la vista a los confines del horizonte observando que por encima de la sierra avanzaba rápidamente una nube densa y oscura llevada por el fuerte viento del Somontano. Sin que el pueblo se diese cuenta de ello aprovechó la circunstancia y, en un alarde de gracia baturra y de fácil inventiva, soltó esta copla con oda la fuerza de sus pulmones y con todo el vivo deseo de su corazón:
Que me cuenten la cabeza
u me muera de un torzón,
si antes de cinco menutos
no nos cái el chaparrón.
Aquello fue el delirio, pues al acabar de desgranar la copla empezó a gotear mientras la masa humana llevaba la vista al cielo donde ya se apreciaba el nubarrón precursor del gran aguacero. Y como el pueblo, enardecido, pidiese más coplas, Numancia- que como todos los espectadores permanecía impávido ante las primeras ráfagas de lluvia alarmante que ya empapaba su bulcro vestido de “maño” lanzó la “rematadera” entre el fulgor de los relámpagos y el estruendo de los truenos:
No me pidáis más coplicas
porque agua la tenis ya;
ahura vais a dame vino
y también de merendar.
Numancia había triunfado. Arreció el agua y la plaza quedó desierta en menos que canta un gallo, no sin antes una cuadrilla de monos, casados, viudos, críos, viejos, mozas y mujerucas, rodeando al héroe y llevándole en hombros, entre vítores y aclamaciones, lo condujeron a los soportales y, al grito de “¡Milagro… milagro!”, lo metieron en la taberna donde le obsequiaron, abrazaron y hasta besaron – ellos y ellas-. Allá, afuera, en la plaza, en las calles, en las huertas y en los campos, la lluvia bendita salvaba de la rutina y de la desesperación a aquellos honrados labriegos que, a partir de aquel día, siempre han recordado con cariño y simpatía al cantor zaragozano que desde entonces fue bautizado por el alguacil del pueblo con el título humorístico de “El jotero milagroso”.

Demetrio GALAN BERGUA.

En la próxima entrega, nuestro gran Galán Bergua nos acerca a la figura de uno de los grandes joteros de nuestra historia… “El tuerto de las Tenerías”. ¿Sabéis de quién hablamos?
Sergio Sanz Artús

miércoles, 16 de marzo de 2016

JUSTO ROYO

Buenos días a tod@s!
Como os comentábamos en la última publicación, esta semana el artículo de “El Heraldo de la Jota” escrito por D. Demetrio Galán Bergua habla del hijo del cebadero, que no es otro sino el gran Justo Royo.
Os dejamos con el artículo publicado el 26 de Noviembre de 1961.

Domingo 26 de noviembre de 1961

GALERIA DE LA JOTA
CANTADORES CELEBRES: JUSTO ROYO

LA COPLA DE LOS ARRIEROS
Los arrieros de Aragón
en la Posada e San Blas
siempre tién comida y cama,
y guitarra pa cantar
Allá por el año 1895, Royo, el cebadero de la típica Posada zaragozana, llevaba ya varios lustros atendiendo a las cuadras donde daba pienso y cobijo a los abríos de gran parte de los arrieros y labradores que continuamente llegaban a nuestra ciudad. Y allí, en el patio, ¡cuántas veces la guitarra del posadero era solicitada por los forasteros para acompañándose de ella, desgravar coplas y más coplas adaptadas a los más populares estilos! Eran los tiempos en que los campesinos aragoneses todas sus alegrías –a  veces, hasta sus penas- las manifestaban entregándose al canto regional. La época en que todavía no se despreciaba nuestro himno viril para dar paso a “La Parrala” y a “La vaca lechera”. Los años dichosos en que los baturros no habían olvidado la Jota para dedicarse a copias a los modernos vocalistas –machos y hembras- desgastándose y descoyuntándose en la interpretación más o menos grotesca de la racha interminable de tangos, congas, cariocas, “Cha-cha-chá” y “rokansoles” con que nos “obsequian” a todas las horas los “blancos” de fuera y de país los cobrizos, los negros… ¡y quién sabe si algún día imperarán en nuestra tierra las melodías estratosféricas que nos traigan los marcianos o los “lunáticos”…!

EL HIJO DEL CEBADERO
El buen cebadero de la Posada de San Blas tenía un hijo de muy pocos años que nació en 1890 en la calle de la Tripería. Desde muy niño, Justico Royo frecuentaba el lugar donde su padre servía y los arrieros se aposentaban Boquiabierto, inmóvil, con los ojos fijos en el campesino que por primera vez cantó ante él, a sus cinco años de edad empezó a sentir la Jota que día tras día “se le metía” más dentro de su alma infantil, cada vez con más fuerza, con mayor arraigo. A tal punto llego su entusiasmo que a sus siete años, cuando jugaba en la calle con sus amiguitos, se paraba a ratos y, como extasiado, hacía esfuerzos por recordar las melodías que de los arrieros escuchara. Esta precoz afición por la jota fue aumentando y, al llegar a la adolescencia, ya poseía un buen bagaje de estilos y tonadas que él “a su modos” interpretaba con una voz francamente prometedora. En estas condiciones le conoció Miguel Asso, el cual, dándose cuenta de las extraordinarias aptitudes del joven aficionado, no dudó en encargarse de él para perfeccionarlo con sus magistrales enseñanzas. De esta convivencia artística nació una profunda amistad entre ambos que se tradujo en las numerosas actuaciones y jiras que juntos realizaron. Así, Justo Royo quedó convertido en un magnífico jotero profesional que de éxito en éxito recorrió los pueblos más importantes de la región y muchas poblaciones españolas. Pero la historia de este cantador fue relativamente breve, ya que falleció en 1938, a los 48 años de edad, en su plenitud de sus facultades.


©Archivo Heraldo de Aragón
COMPAÑERO EJEMPLAR
Justo Royo era una excelente persona un noble compañero que tenía un gran corazón y unos sentimientos ejemplares. Lo demostró muchas veces, sobre todo cuando se unió a la famosa Pilar Gascón en su último viaje a Argentina. Ambos salieron de España con un contrato envidiable, por tiempo ilimitado. Las primeras actuaciones constituyeron un triunfo apoteósico para la formidable pareja y para el canto de Aragón. La Jota que ellos interpretaban enardeció a los bonaerneses. Las salas donde actuaban se llenaban de un público heterogéneo que ovacionaba diariamente a los dos grandes cantadores. Pero llegó la tragedia, Pilar Gascón, como se dirá con mayores detalles en la biografía que a ella habremos de dedicar, cayó enferma, víctima de una gravísima afección que fue heraldo de un próximo y fatal desenlace. Justo Royo pudo haber continuado en Buenos Aires aprovechando las ventajosísimas condiciones del contrato y, en pleno apogeo, disfrutar de unos ingresos casi fabulosos para un profesional de la Jota, que le hubieran garantizado su definitivo bienestar para el porvenir.  No obstante, despreció la mejor ocasión de su vida y, sin titubeo alguno, se dispuso a acompañar a la inmensa cantadora en su viaje de regreso a España. “Con ella vine estando sana. Con ella volveré viéndola enferma”. Estas fueron las frases que Justo Royo pronunció ante el empresario cuando este se esforzaba inútilmente tratando de convencerle para que se quedase. Y el noble jotero embarcó camino de Aragón, y durante toda la travesía, fue compañero inseparable de Pilar Gascón, a la que animó, cuido y consoló constantemente como podía haberlo hecho el más cariñoso de los hermanos. Creo que con solo este hecho basta para poner de relieve la nobleza baturra y los sentimientos profesionales del hijo del cebadero de la Posada de San Blas.

RESUMEN DE UNA VIDA
Como síntesis de la carrera jotera de Justo Royo diremos que fue un gran cantador de Jota, sencillo, sin petulancias; que se formo en la escuela de Miguel Asso, del cual asimiló todas sus virtudes interpretativas; que obtuvo premios abundantes, incluso uno de los primeros en el Certamen Oficial de 1914, que su fama traspasó las fronteras de Aragón siendo uno de los más admirados en Valencia, Madrid, Barcelona y Bilbao; que actuó junto a Miguel Fleta en la película “Miguelón”; que fue destacada figura en la Exposición de la Ciudad Condal, en 1929, alternando con Pilar Gascón y cantando ante Alfonso XIII: que causó sensación en Buenos Aires, donde todavía se le recuerda con cariño y admiración; que triunfó en  unos Juegos Florales de la capital de España; que impresionó muchos discos gramofónicos que en la actualidad son preferentemente seleccionados por las emisoras de Radio que aleccionó  a algunos cantadores de valía:  y que trabajando en su oficio de tornero en madera, en su taller de la calle de las Armas, dejó de existir pensando siempre en la Jota, cuyas melodías, caladas en su alma buena, le acompañaron a la Eternidad.

Demetrio GALAN BERGUA.

El próximo artículo irá dirigido a un gran cantador de jota que se estrenó como tal en la localidad de Villafranca de Oria (Guipúzcoa), actualmente conocido como Ordicia.
¿Sabéis de quién hablamos?
Sergio Sanz Artús

jueves, 10 de marzo de 2016

BLAS MORA

Buenos días a tod@s!
Esta semana nos trasladamos hasta la localidad de Albalate del Arzobispo para recordar otro de los artículos de “El Heraldo de la Jota” donde, D. Demetrio Galán Bergua, repasa la vida de uno de los grandes joteros de toda la historia.
Artículo publicado el 19 de noviembre de 1961 y dedicado al cantador Blas Mora.

Domingo 19 de noviembre de 1961

GALERIA DE LA JOTA
CANTADORES CELEBRES: BLAS MORA, DE ALBALATE DEL ARZOBISPO.

HACE UN SIGLO
El día 3 de Febrero de 1861, en la villa de Albalate del Arzobispo, hubo gran acontecimiento en la casa de un modesto labrador que aquella mañana surcaba la tierra con el arado y daba rienda suelta a su acendrada afición por la Jota regalando al campo, el arte y al sol, las típicas tonadas de aquellos tiempos. Avisado el labriego de que su mujer estaba a punto de ser madre, cesó de cantar, entregó la yunta al vecino amigo que le fue con el recado, y preso de emoción llegó jadeante a su domicilio, entrando sudoroso en la habitación donde un hermoso niño lanzaba los primeros y estridentes gritos de su vida. Una vez pasados los momentos en los que acostumbran a asociarse las lágrimas y los suspiros con las demostraciones de alegría y entusiasmo, y como el recién nacido no cesaba en sus recias expansiones guturales, el buen padre, tal vez inspirado súbitamente por una gran idea, exclamó, mirando y acercándose al hijo, con incontenible admiración:
-          ¡Maño, y qué fuerza y qué empuje te traes en la garganta!
Y dirigiéndose a los presentes señalando al niño, añadió:
-          A éste, lo hago yo jotero… ¡Y de los güenos!.
Y el padre, que no llegó a ser profesional porque el campo le ataba, y no quiso abandonarlo para dedicarse a otros menesteres, empezó a soñar: a soñar con el porvenir jotero de su hijo.

LA JOTA Y LAS PERDICES
El padre de aquel niño recién nacido fue un precursor, porque cuando Blasico se hizo “mocete”, sin llegar a mozo, ya “apuntaba” rasgos definidos de futuro gran cantador. Su voz infantil, su gracia al cantar, y su enorme facilidad para asimilar las tonadas que a su padre oyera anunciaban que poseía dotes naturales para llegar lejos. Por esto, en plena mocedad ya sorprendió y causó sensación entre los albalatinos que le escucharon en las noches de ronda. Y así, al trasladarse a Zaragoza, a los 24 años de edad, Blas Mora podía considerarse como jotero en condiciones de alcanzar en poco tiempo la personalidad necesaria para triunfar con la Jota.
Vencido el cambio de voz, ésta se había hecho potentísima, clara y de brillantes agudos. Antes ya, mientras cumplía el servicio militar, llamó la atención de cuantos le oyeron cantar. Su fama fue conocida por el jefe al que servía de ordenanza. Llevaban ambos varias jornadas saliendo al monte a cazar perdices. Tan mal se le daba la caza al jefe que estuvo a punto de abandonarla para siempre. Y aquí ocurrió algo curiosísimo. Blas Mora, el ordenanza, una buena mañana despertó a su superior al entonar muy suavemente, a modo de susurro, varias coplas mientras limpiaba  y preparaba la vestimenta que el militar habría de usar aquel día. La sorpresa de éste fue grande y, en vez de hacerle callar, le animó a continuar para, al cabo de un rato, decirle: “Oye, muchacho: tú con esa voz tan delicada, y con esas melodías tan preciosas, tan encantadoras, eres capaz de atraer a todas las perdices que haya en el monte. Mañana, vamos de caza. Prepárate a hacer de “reclamo”. A falta de “perdigacho” vas a valerme tú. Pero… ¡ojo!... No tienes que cantar otra cosa que la Jota, tal y como lo acabas de hacer”.
Al día siguiente, Blas Mora, con una delicadeza inconcebible, con una suavidad impropia del jotero recio de voz y pródigo en “arranques” fortísimos, trinando y floreando como jamás se le había ocurrido hacer, ocupando su puesto de espera, junto a su jefe, vio estupefacto cómo una bandada de perdices se posaba en tierra, a unos cien metros de ellos. El espectáculo fue maravilloso. Así se comprende la emoción, el encanto, la afición de los cazadores. El grupo de perdices, conforme Blas cantaba, iba aproximándose graciosamente, impacientemente, al lugar donde, tras el engaño, la muerte les esperaba. Y cuando al grupo más nutrido se colocó inocentemente a distancia prudencial para el mejor disparo, sonó una doble descarga provocando el vuelo rápido de las que huían mientras allí, a la vista del cazador y de su “reclamo”, cuatro hermosas piezas quedaban tendidas entre espliegos y tornillos perfumados… El jefe corrió hacia ellas, las cogió con verdadera emoción, las colocó en el morral y, henchido de alegría, dijo al ordenanza “¡Bravo, muchacho”… Desde ahora te nombro mi “perdigacho”,  y ¡Viva la jota!”
¿Fue una casualidad?... ¿Hubo realmente influencia o poder de atracción?... ¡Quien lo sabe!... Yo no me atrevo a afirmar nada. Sólo sé que por dos o tres veces más aseguran que se repitió la escena. Lo que no me han contado es los días que fracasaron.

PROFESIONAL EJEMPLAR
Los certámenes de Jota en Teatro Principal de Zaragoza datan del año 1894, si bien diez años antes ya se celebraban festivales en este coliseo y en la Plaza de Toros para premiar a las agrupaciones rondallísticas y deleitar al público con las actuaciones de cantadores tan célebres como “El Cuaderno”, “El Agudo” y, también, el “Royo del Rabal”, que todavía conservaba su hermosa voz. Pero, en realidad, fue Blas Mora el primero que obtuvo el máximo galardón en la historia de estos certámenes.
La carrera jotera de Blas Mora fue dilatadísima y, aparte de su valer y de sus triunfos, está llena de detalles muy curiosos que revelan su modestia, desinterés, nobleza y altruismo. En 1904, cuando ganó el Premio Extraordinario – uno de los siete primeros premios conquistados en su vida de jotero- entregó su importe a La Claridad. En 1903 se presentó al Certamen el Pilar, celebrado en la Plaza de Toros, alternando con él los hermanos Juan Antonio y Gerardo Gracia, de Nuez de Ebro. A éstos se les concedió el primer premio, y a él el segundo. Como siempre ocurre, no faltaron disconformes y aduladores que trataron de llevar el ánimo de Blas la idea de una injusticia. Entre los muchos que quisieron excitarle, poniendo a prueba su modestia, fue otro cantador, “El Jardinero” quien le espetó: “No hay derecho, Blas. Te han robado el primer premio-. A lo que el buen Mora contestó: No es verdad. Han cantado como los ángeles… y han ganado con ley”.

©Archivo Heraldo de Aragón

“CON QUE GRILLO… ¿EH?”
Blas Mora, ya de avanzada edad, quiso conseguir uno de los discos que de joven había impresionado que él extravió y que nadie pudo proporcionarle. Se dirigió a un establecimiento zaragozano –que no cito por evitar toda mal entendida interpretación- y preguntó por el disco en cuestión. Un empleado de la casa le dijo que allí no lo tenían ni sería fácil encontrarlo en otro sitio. Pero le propuso la adquisición de un magnetófono con el cual podría impresionar cuanto desease. Y Blas Mora, rondando ya los 70 años de edad, con su modestia y sensatez características contestó: “¿Pero usted cree que a este pobre viejo le queda voz para presumir? No, no vale la pena”. Sonrió el empleado y aun comprendiendo que aquel anciano poco o nadie podría halagar y nadie le invitó a interpretar una coplica para “probarle”, no sin antes decir aparte a “botones”: “Este no canta más que un grillo cemollero”. El señor Blas ni corto ni perezoso allá fue con un estilo de los suyos. Lo cierto es que con su voz potente atronó el local obligando a salir al gerente y a toda la dependencia, quedando asombrados de las facultades del veterano jotero y maravillosos de la perfecta dicción de la tonada. Cuando Blas Mora era amablemente despedido, ya en la puerta de la calle, pudo oír perfectamente como el avispado “botones” decía con marcado retintín dirigiéndose al empleado: “Con que grillo…. ¿eh?”.

FINAL… ¡CON MAGRAS!
Su retirada de jotero es un dato ejemplar, definitivo. Su última actuación en un Certamen fue precedida de una suculenta y abundante merienda en una tasca del típico “tubo” del Arco de Cinegio. El plato fuerte lo eligió Blas: una colosal ración de magras con tomate, rociada con medio litro de morapio y… a los quince minutos, a cantar en el escenario, ante el público…¡y ante el jurado! Total, que aunque cantó muy bien no tuvo el éxito acostumbrado, y no le concedieron premio alguno. A la salida, un buen amigo le dijo: “Chico, has estao algo pior que otras veces”. El jotero, no muy afligido, contestó: “Es que tenía la garganta “embozada”. No sé lo que me ha pasao. Mi lengua parecía una lija, y luego… una sed, y una abredura de boca y unas ganas de… ¡Aguarda!... Ya sé lo que ha sido: ¡las magras, maño, las magras!”.
Por las magras, o por su “puntillo”, la verdad es que aquel día dio por terminada su carrera de cantador profesional. En resumen: un caso de honradez y vergüenza baturra en un jotero que sólo con decoro concebía seguir cantando la Jota.

EN EL RETIRO.
Los últimos años de su vida, los pasó Blas Mora en el popular merendero de su propiedad “La Tienda Azul”, sitio en el Puente Virrey. Muchas veces recordaba sus buenos tiempos, cantando la Jota, acompañándose él mismo con la guitarra. Otras, atendía amablemente a todas las clases sociales que al merendero acudían. Y, con gran frecuencia, alternaba con famosos joteros que buscaban, en aquel refugio acogedor, correcto esparcimiento y grata compañía, entre ellos, los más asiduos Urbano Gracia, Cecilio Navarro, Numancia y Miguel Asso.
Hasta poco tiempo antes de su muerte, en julio de 1938, cuando contaba 76 años, Blas Mora puede decirse que no pasó ni un solo día sin “echar” algunas coplicas de las “suyas”:
Porque quiero y porque puedo
y porque me da la gana,
te llevo retratadica
dentro del pecho, serrana
________
Las uvicas de tu parra
dicen: comedme, comedme
y los pampanico dicen:
que viene el guarda que viene.

Demetrio GALAN BERGUA

En el próximo artículo, hablaremos de otro de los grandes cantadores que nos ha dado nuestra tierra, concretamente, “el hijo del cebadero”. ¿Sabéis de qué cantador hablamos?
Sergio Sanz Artús

miércoles, 2 de marzo de 2016

ANTONIO PÉRIZ

Buenos días a tod@s!

Volvemos a la localidad oscense para hacer mención a otro de los artículos de “El Heraldo de la Jota” donde, D. Demetrio Galán Bergua, repasa la vida de un jotero vecino de Santalecina.
Artículo publicado el 12 de noviembre de 1961 y dedicado al cantador Antonio Périz.


GALERIA DE LA JOTA
CANTADORES CELEBRES: ANTONIO PÉRIZ, DE SANTALECINA (HUESCA)

LAS PRIMERAS COPLAS
Aquí se para la ronda,
aquí se manda parar,
porque aquí han dicho que vive
la mayor flor del lugar.

Esto cantaba en las postrimerías del siglo pasado, allá, en Santalecina, un mocico que había nació en este pueblo el 12 de octubre de 1884, acompañando a los mozos rondadores que, conocedores de la gracia y facilidad con que entonaba y “decía” las clásicas tonadas de aquel tiempo le requería frecuentemente para dar a la ronda los mayores alicientes.
Son muchos los que fuera de Aragón – y… “también en Aragón”… creen que las coplas “rondaderas” dedicadas a las mozas eran antaño, una serie de insulseces, tópicos baturros y… ¡hasta grosería! En boca de jóvenes embriagados, incultos, brutales, ineducados. Y nada, más lejos de la realidad. En nuestra tierra, salvo lamentables excepciones, se rondaba a las mozas empleando siempre sencillas coplas amorosas, finas, galantes y, también, jocosas y humorísticas, sin usar de las sátira hiriente, o la frase soez o de mal gusto. Y esto hacía aquella noche Antonio Périz cuando acababa de cumplir los 15 años de edad y ya llevaba fama de precoz jotero, de brillante porvenir. Y, así, unas veces recordando, coplas, aprendidas en su infancia, y, otras, repitiendo las que los mozos le dictaban, intervino para cantar a las mocicas que al paso de la ronda se asomaban a balcones y ventanas:
¡Viva la ronda que ronda,
y vivan los rondadores!
¡Vivan las mozas bonitas
que salen a los balcones!

No faltaron, tras esta delicadeza juvenil, la cuarteta de humor, ingenia, inocente, y no carente de gracia:
A tu puerta hemos llegado
veinticinco de cuadrilla:
si quieres que nos sentemos…
saca veinticinco sillas

Ni a última hora, en los albores de la madrugada, dejó de escucharse en plena plaza Mayor esta “rematadera”, que podrá no ser otra cosa que una “salidica” sin pies ni revés pero que acabó por ser celebradísima y, durante mucho tiempo, popularizada:

Daremos la despedida,
la que Cristo dio en Belén:
“Per Cristum Dominium nostrum,
Requiestcant in pace. Amén”

Y, a este tenor, noches y más noches, el jovenzuelo Antonio Périz comenzó su vida de jotero rondador por las calles de Santalecina.

AFICIONADO
Antonio Périz no tuvo maestro alguno. Lo que cantaba en su época de aficionado fue todo asimilación de lo que escuchara a los mozos más o menos enterados de las tonadas corrientes. Sin embargo, algo intuitivo le permitía seleccionar lo mejor y desechar lo impuro. Por esto porque daba a la Jota mucho “sabor”, y porque instintivamente entonaba bien y “llevaba” el compás con sorprendente exactitud, se le consideró como caso excepcional. Así, sin que nadie surgiese para protegerle y proporcionarle ocasiones de darse a conocer fuera de su pueblo, transcurrieron los primeros años de su juventud. Pero su afición fue en aumento, su autodidactismo se perfeccionó día tras día, y su voz mejoró hasta hacerse impía, definida, potente, de amplia tesitura.

CONCURSANTE Y PROFESIONAL
Cansado de esperar… en septiembre de 1909, habiéndose enterado de que en las fiestas de Barbastro iba a celebrarse un Concurso de Jota, sin consultar con nadie, decidió acudir a él. El resultado no pudo ser más halagüeño en un principiante inexperto y carente de toda enseñanza: un tercer premio que le llenó de alegría y se animó a seguir adelante… El aficionado, estimulado por el galardón ya sólo pensó en entregarse a la Jota y en hacerse cantador profesional. Muy pronto lo consiguió ya que su nombre y su fama llegaron a la mayoría de los pueblos de la provincia siendo durante muchos años uno de los más solicitados para actuar en festivales diversos.


©Archivo Heraldo de Aragón

VALIENTE DECISIÓN
Antonio Périz no estaba completamente satisfecho. Para él, como para todos los joteros que aspiran a lograr gran fama, lo definitivo era obtener algún premio de importancia en los Certámenes Oficiales en Zaragoza. Pero en aquellos años en los que iba a los concursos de las Fiestas el Pilar acudía figuras tan extraordinarias como Miguel Asso, María Blasco, Felipe Argueta, Romualdo Arana, Jesús Monreal, Justo Royo, María Asensio, Felipe Colmán, Pilar Gascón, Domingo Martínez y Pascuala Perié. Durante diez años, todos los primeros fueron para ellos. Y es lo que Antonio Périz se decía, con su habitual modestia. “¡A dónde voy yo, pobrecico de mí, a luchar con esos “fenómenos”! … ¡A fracasar!... ¡A hacer el ridículo!”. Sin embargo, una mezcla de humana ambición y de discretas ilusiones y esperanzas, y un lógico afán de gloria, le animaron a ser valiente, máxime después de que el campeón Cecilio Navarro le hubo enseñado los tres estilos que había de cantar. Sin pensar ya en quiénes pudieran ser los contrincantes, acudió al Certamen del año 1921. ¡Cómo se quedaría el buen Périz cuando se enteró de que “iba a vérselas” nada menos que con Domingo Martínez, el coloso de Épila, y Pedro Montalbán, gran jotero que llegaba precedido de justa fama! Y… ¿cómo expresar la alegría y a la emoción del de Santalecina cuando el fallo del jurado, tras de conceder el primer premio al de Épila fue voceado su nombre galardonado con el segundo premio, y concedido el tercero a Montalbán. Antonio Périz había triunfado y, desde entonces, se retiró a su pueblo para dejar, por eso, de cantar como profesional en cuantas ocasiones se le presentaron.

DOS COPLAS DE SU INVENTIVA
Antonio Périz, desde mozo hasta su muerte en 1951, siempre llevó fama de fácil improvisador de coplas, en rondas, en fiestas, y en cualquier acto donde se precisaran cuartetas alusivas. Entre muchas de ellas citaré está dedicada al general Primo de Rivera, en 1938:

Aunque sacas andaluz,
eres baturro del temple,
y es la Virgen del Pilar
quien te ampara y te defiende.

La respuesta a esta copla fue un fuerte abrazo de Don Miguel, a la vez que le decía: “Ven aquí, gran poeta del pueblo”.
Y cuando se casó Miguel Fleta, y fue con su esposa, bellísima mujer salmantina, a Alcolea de Cinca, pueblo natal del divo, Antonio Périz le obsequió con esta otra:

Ya no será Salamanca
tan bonita como fue:
se llevó la mejor flor
el tenor aragonés.

El pueblo de Santalecina puede estar orgulloso de que en la historia del canto regional figure en primer plano el castigo jotero que hemos traído a la “Galería de la Jota” que semanalmente – con ejemplar constancia y preferencia- brinda a todos los lectores el HERALDO DE ARAGON.

Demetrio GALAN BERGUA.

 Esperamos que os haya gustado este artículo que demuestra cómo la constancia y el amor por la jota hacen que nada llegue a ser imposible.
En el próximo artículo, daremos un salto en la geografía aragonesa y nos iremos hasta la provincia de Teruel, exactamente hasta la localidad de nuestro compañero Javier Lasmarías… ¿Sabéis de qué cantador hablará, esta vez, D. Demetrio Galán Bergua?

Sergio Sanz Artús