Buenos días a
tod@s!
Esta semana
recibimos a uno de los grandes investigadores de nuestro folclore aragonés.
Él es Alberto Turón, conocido por muchos por
su magnífica página ARAFOLK.
Alberto Turón
es una de las personas que más ha investigado y estudiado nuestro folclore.
Ha pertenecido
a varios grupos de jota como músico de guitarra, bandurria y dulzaina y, como
os decía al principio, es el editor del website Arafolk, El Web de la Música
Tradicional Aragonesa (http://www.arafolk.net).
Entre muchos
de sus proyectos y colaboraciones llevadas a cabo, caben destacar: colaborador del Servicio de Patrimonio
Etnológico, Lingüístico y Musical del Gobierno de Aragón entre 2000 y 2004, miembro
de la Comisión Asesora del Gobierno de Aragón para la declaración de la jota
como Bien de Interés Cultural, creador
de la música de las danzas Jota de la Geringosa, Danza de Robres y Danza de las
Cintas, colaborador en las publicaciones La Jota Ayer y Hoy 2 de Prames y Ángel
Sola, el gran bandurrista de la jota, de Fernando Cobos, colaborador en la
reedición del Cancionero Popular Turolense de Severiano Doporto y de las
grabaciones de Alan Lomax en Aragón que hizo Rounder Records, entre otras
muchas.
Cabe destacar,
en el mundo de la jota, que es miembro del Jurado del Certamen Infantil y
Juvenil de Jota del Ayuntamiento de Zaragoza desde 2008.
Os dejamos
pues, con D. Alberto Turón.
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¿Cómo y cuándo tomaste
contacto con el mundo de la jota?
No procedo de familia
jotera. En mi casa me inculcaron la afición por la música y cuando tenía 13
años me apunté a clases de guitarra en la escuela. El profesor nos enseñó a
tocar la jota. Un hombre encantador, Santiago Delgado, que al terminar el curso
me dio la dirección de un grupo. Acudí sin saber lo que era ni a lo que iba, y
el ambiente que allí encontré me enganchó desde el primer día. Ya sabéis todos
lo que es eso, no hace falta que siga.
-
¿Cuál ha sido tu momento más
intenso y feliz en el mundo de la jota?
Han sido muchos, después
de tantos años. Sobre todo los años de juventud, cuando uno busca tan sólo
divertirse y hacer amigos. También conocí entonces a mi mujer, y conservo
muchos y buenos amigos de aquella época.
Recuerdo especialmente
el año en que Florencio Artal ganó el Premio Extraordinario del Certamen
Oficial de Jota de Zaragoza; fue emocionante porque yo desde mis inicios en la
jota había pasado muchísimas horas acompañando a Florencio en sus ensayos, y
nunca me cansaba de oírle cantar con su extraordinaria voz y su estilo tan
pulcro y bien cultivado el amplísimo repertorio de tonadas clásicas de la jota
zaragozana que dominaba. Además aquel año coincidió con que yo tocaba en la
rondalla del Certamen, así que fue un momento muy emotivo allí en el backstage
cuando le proclamaron campeón. Lo recuerdo con frecuencia.
También fue inolvidable
el extraordinario trato que recibí durante una visita a la Casa de Cultura
Aragonesa de La Plata, en Argentina. Viajé en calidad de amigo pero no creo que
me hubieran hecho más agasajos si hubiera sido el presidente de los Estados
Unidos. Fue muy emocionante comprobar lo importante que era para unas personas
tan sencillas y nobles el que alguien de aquí se interesara por su trabajo por
Aragón. Aunque lo verdaderamente conmovedor fue comprobar la magnitud de ese
trabajo realizado con los escasos medios de que disponían, el esfuerzo que
había supuesto para ellos formar un modesto grupo de jota, y cómo valoran,
desde la distancia, muchas cosas que a nosotros nos parecen insignificantes.
Creo que no cambiaría aquel momento por ningún otro que haya vivido en el mundo
de la jota.
-
¿Quiénes han sido o son tus
referencias en la jota?
Mis inicios los marcaron
las voces de Florencio, de Carmen Ruiz y de Natividad Brivián. Con ellas
descubrí la jota. A partir de ahí he tenido varios referentes a medida que
descubría nuevas facetas de la jota: Jesús Gracia, primero; luego José Oto (fue
en este orden) y los de Fuendejalón, Genaro y Lorenzo, cuyas grabaciones con
Pedro Santos Cardona tengo casi gastadas de tanto escucharlas; Angelines
Hernández, en cuya casa pasé muchas tardes oyendo cantar a sus alumnos y
acompañándoles a la guitarra; y mucho más tarde Laura Martín Montalbán, que
para mí significó un modelo de profesionalidad y calidad artística, sin hacer de
menos a muchas otras personas que también admiro por diversas razones.
Posteriormente vino el
descubrimiento de la vertiente etnográfica de la jota, gracias a los grupos que
la trataban como hecho folklórico, popular, y cuyos trabajos empezaron a dar
algo de sentido a lo que había leído en una edición del cancionero de Ángel
Mingote que había comprado años atrás (por mil pesetas) y cuyo significado yo
no entendía. Hablo de Somerondón, Xinglar y, posteriormente, grupos como La
Orquestina del Fabirol e investigadores como Ángel Vergara, Luis Miguel Bajén y
Mario Gros, que vinieron a rellenar el hueco que existía entre el folklore del
que hablábamos en los grupos de jota y el que aparecía en los cancioneros.
Desde ese momento me quedó meridianamente claro el contexto en el que se
desarrollaba la jota contemporánea.
El hito más reciente ha
sido la aparición de figuras como Alberto Gambino, Miguel Ángel Berna, Pepín
Banzo o Carmen París, ensanchando los horizontes de la jota. Ellos la han
dotado de una nueva y apasionante perspectiva que hoy representan para mí
principalmente Miguel Ángel, Roberto Ciria y Nacho del Río, pero que todavía
tiene mucho que decir.
-
¿En qué momento crees que se
encuentra la jota actual?
Hemos pasado un largo
periodo de estancamiento, que no niego que ha sido fecundo, muy productivo,
pero a la vez sumido en una profunda endogamia que ha estado a punto de dejarla
morir por agotamiento, por repetición ad nauseam de las mismas ideas. En las
últimas décadas nos hemos dado cuenta de que era necesaria una apertura; aunque
todavía hay quien lo niega, a mí que la conocí en los años 70 me parece
evidente que desde entonces se ha hecho un trabajo intenso por parte de mucha
gente, dirigido a modernizar la jota, limpiarla de tópicos gastados y desfasados,
una puesta al día; aún incompleta pero sus resultados están ahí a la vista. Se
ha abierto un debate sobre la calidad que se ofrece al público, una tímida
autocrítica que ha empezado a dar frutos, aunque todavía queda mucho camino por
recorrer. Se empieza a considerar la jota como un producto artístico, por
encima de obsoletas consideraciones etnográficas que difícilmente se le pueden
aplicar ya, en el estado de evolución en que se encuentra actualmente. Eso
significa que se valora cada vez más como género escénico y por lo tanto somos
más exigentes con nosotros mismos.
Además, esa renovación y
puesta al día de la jota ha hecho interesarse por ella a artistas de otros
géneros desde los que hasta hace poco se la despreciaba y se la consideraba
hortera y cazurra. Eso la ha nutrido de nuevas aportaciones externas, de manera
que me atrevo a decir que caminamos hacia una nueva etapa de esplendor, similar
a aquella que vivió la jota desde finales del siglo XIX hasta el comienzo de la
guerra. La etapa en que la jota era un género popular de presencia obligada en
los escenarios de España y Argentina; en la zarzuela, el cuplé, la ópera, el
género chico… aquella fue la época más brillante que ha conocido la Jota
Aragonesa hasta el momento.
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¿Conservación o innovación?
Ambas. ¿Por qué elegir?
¿Por qué renunciar a una de ellas? Siempre han ido de la mano, salvo en los
años 40 del pasado siglo, cuando se inventó una manera de bailar la jota
totalmente ajena a la tradición, por motivaciones que nada tenían que ver con
ella. Pero aquello fue un error, igual que lo sería tratar de conservar
estático lo que se tiene sin dejarlo evolucionar. La historia de la jota ha
sido una historia de constante evolución; lógico, pues lo que no evoluciona
muere. Hoy se mantienen vivos varios modelos de jota: se baila la espectacular
jota coreográfica de los Coros y Danzas junto con la elegante jota de pareja
creada a finales del siglo XIX; mientras, se canta y se toca la misma jota que
nació durante la segunda mitad de aquel siglo, y todas ellas conviven con
nuevas tendencias que van surgiendo de los actuales creadores. ¿Te parece que
ninguna de ellas debería haber sustituido a la anterior? Si la innovación está
prohibida, ¿habría que volver a la jota primitiva, tocada con gaita, sin castañuelas
y sin cantar, que se bailaba levantando los pies apenas tres dedos del suelo?
Creo que el 90% de los que estáis en el mundo de la jota os aburriríais y os
dedicaríais a otra cosa. Si hoy estamos donde estamos es porque la jota ha
evolucionado, y dejándola evolucionar nos aseguramos de que las generaciones
que vengan detrás sigan interesándose por ella.
De todas formas el
debate sobre conservación o innovación es completamente espurio. Aunque surge
con frecuencia, no tiene ningún sentido porque la evolución no es una elección
del ser humano sino una ley de la naturaleza. Siempre habrá un Ángel Sola, una
Teresa Salvo, un Santiago Lapuente, alguien que rompa moldes o que quiera crear
los suyos propios (hoy mismo tenemos varios, en mi opinión, pero el futuro lo
confirmará). Y siempre habrá un público que decidirá si le gusta o no le gusta
lo que hacen, por encima de nuestras sesudas disquisiciones y de nuestras
férreas convicciones. Lo que hay que hacer es conservar para las futuras
generaciones lo que se ha ido construyendo de manera colectiva, enseñarles lo
que han ido creando sus antepasados, de manera que no se pierda, y dejar que
sean ellas las que decidan cómo utilizar ese legado. Que es ni más ni menos lo
que hemos hecho nosotros, porque nuestra jota no es como la de nuestros abuelos
ni la de nuestros nietos será como la nuestra.
-
¿Qué te gustaría cambiar en
el mundo del folklore?
Nada. El folklore
pertenece al pueblo y sólo él decide lo que cambia y lo que no. Si lo
cambiáramos tú o yo ya no sería folklore. Pero siento mucha envidia de los
pueblos que han sabido identificarse con su folklore, mantenerlo vivo, aunque
paralelamente hayan desarrollado otras visiones más actuales, artísticas,
comerciales o como queramos verlas… tanto da, no deja de ser folklore.
Te voy a poner los
dientes largos: tú puedes ir una noche a un pub en Grecia o Irlanda,
encontrarte a un grupo de músicos tocando música tradicional y ver que de vez
en cuando hay parejas jóvenes que se levantan de la mesa en que están tomando sus
copas y se arrancan a echar un baile típico. Que posiblemente no sea de los más
tradicionales, como ocurre aquí con la jota. Qué importa, ya me conformaría yo
con que la gente de aquí se divirtiera bailando danzas populares, igual me da
la jota que el fandango, el villano o la polca. Esto se está poniendo muy de
moda ahora en Europa, y está llegando tímidamente a España, aunque la
globalización nos esté trayendo una mezcla de bailes que muchas veces ni
sabemos de dónde provienen.
Está muy bien lo que hacemos
ahora, estas coreografías tan vistosas, estas músicas tan elaboradas, esa
técnica vocal tan apabullante, para que la gente se siente en una silla y
disfrute viéndonos; eso es la jota actual y es lo que ha sido durante el último
siglo: una disciplina artística. Y suficientemente madura como para cuidarse
por sí sola. Pero el folklore es otra cosa, el folklore es tal cuando es el
pueblo quien lo protagoniza. Hace unos días estuve en un pueblo del Maestrazgo
y pude presenciar cómo un grupo muy grande de personas de los alrededores,
jóvenes y mayores, algunos venidos incluso de Valencia y Castellón, se pasaban
una tarde entera bailando jotas y fandangos de una manera muy próxima a como se
bailaban en las plazas de los pueblos hace un siglo y medio. Me dejaron una
bandurria; después de dos horas mis dedos echaban humo y aquellos músicos (casi
todos de más de setenta años) seguían tocando y cantando impasibles, como si
nada. Me contó un señor de Vistabella (Castellón) que ellos se juntan dos
tardes a la semana para bailar y cantar. Comenzaron a bailar a las seis de la
tarde y terminaron a la una de la madrugada, sólo descansando para cenar un
bocadillo. Eso es folklore auténtico y es lo que habría que evitar que se
perdiera.
DECÁLOGO
1.
UN LIBRO: CIEN AÑOS DE SOLEDAD
2.
UNA PELÍCULA: EL TERCER HOMBRE
3.
UN PROGRAMA DE TV: Nunca veo la televisión, apenas alguna
película buena que me grabo para ir viendo a ratos perdidos. Ahora mismo no
sabría recomendarte ni una cadena de TV porque ni siquiera sé cómo se llaman
las que hay desde que llegó la TDT.
4.
ANIMAL CON EL QUE TE IDENTIFICAS:
Esta es la pregunta más difícil de
todas; me la voy a dejar en blanco, con tu permiso.
5.
META NO REALIZADA: MUCHAS, pero el que la sigue la consigue;
no tengo prisa y soy aragonés.
6.
QUÉ TRES COSAS TE LLEVARÍAS A
UNA ISLA DESIERTEA: Mi familia… no,
entonces ya no estaría desierta. Bueno, pues un INSTRUMENTO MUSICAL, un LIBRO y
un BOLÍGRAFO.
7.
MOMENTO MÁS FELIZ DE TU VIDA:
Hasta la fecha no he conocido nada que
se pueda comparar al momento en que coges por primera vez en tus brazos a tu
HIJO recién nacido.
8.
LA ÚLTIMA VEZ QUE LLORASTE: No soy de lágrima fácil, no sabría decirte
cuándo fue. Pero cuando murió mi PADRE sentí una sensación de desamparo como no
recordaba haber sufrido nunca. Fue la conciencia de perder el vínculo que me
unía a la generación de mis mayores.
9.
MAYOR DEFECTO Y MAYOR VIRTUD:
Defecto… nadie es buen juez de sí mismo,
por cada uno que yo te confiese los que me conocen te dirán diez que yo sé pero
me niego a admitir. Y virtud, pues mira, llevo un rato dándole vueltas a la
pregunta y no me encuentro ninguna virtud, a lo mejor esa es la única de la que
puedo presumir.
10.
DANOS UN CONSEJO: NUNCA HABLES SI NO TIENES RAZÓN, PERO NUNCA
ESTÉS DEMASIADO CONVENCIDO DE QUE LA TIENES. YA SABES LO DE AQUEL HOMBRE QUE
TENÍA LA MENTE TAN PEQUEÑA, TAN PEQUEÑA, QUE NO LE CABÍA LA MENOR DUDA. SI
ESCUCHAS A QUIENES DISCREPAN DE TI PUEDES APRENDER COSAS QUE ANTES IGNORABAS;
SI SÓLO ESCUCHAS A QUIENES PIENSAN COMO TÚ NUNCA OIRÁS NADA QUE NO SUPIERAS YA.
Desde aquí,
agradecer enormemente su participación en nuestro blog y desearle el mayor
éxito en sus nuevos proyectos de investigación, que seguro son muchos e
interesantes.
Sergio Sanz Artús