¡Buenos días a tod@s!
Hoy recibimos en nuestra sección de “El
Heraldo de la Jota” a uno de los máximos referentes de nuestra jota cantada: el
maestro Santiago Lapuente.
Domingo 17 de
diciembre de 1961
GALERIA DE LA JOTA
JOTISTAS CÉLEBRES: SANTIAGO LAPUENTE, DE FUENTES DE EBRO
“EL TÍO
JOTERO”.
Muchos días
de crudo invierno, avanzado ya el último cuarto del siglo pasado, por
carreteras, caminos, sendas y atajos de una amplia comarca aragonesa, pudo
verse a un hombre enjuto y espigado de testa alargada, frente amplia, bigote
frondoso algo recortado, bello caído, pómulos salientes y ojos vivos de mirar
inquieto, caminando sólo, bien calado y ladeado su sombrero de fieltro de
anchas alas domadas, y embozado hábilmente en su vieja capa de rico paño, castizamente
española, que bajo sus repliegues ocultaba una guitarra amorosamente
aprisionada por su mano diestra, fina y huesuda, cobijada junto a su pecho como
reliquia a la que quería proteger más que a su cuerpo frío y entumecido. ¿Quién
era este hombre de aspecto beatífico que, sin perro que le hiciese compañía ni
báculo de rústico palo con calabaza en alto, ni conchas, ni cruces, ni
medallas, ni hábito que no fuese su capa y su sencillo y modesto traje, parecía
un peregrino de las antiguas estampas que nos emocionaban cuando éramos niños?
Este curioso personaje no era otro que Santiago Lapuente, el “Tío Jotero” –
como le llamaban en varias leguas a la redonda-: el que partiendo de su villa
natal, Fuentes de Ebro, se adentraba en los pueblos que constituían el
“cogollo” de la Jota allí donde el canto regional rezumaba con sus más puras
esencias, o donde existían ocultas las tonadas originales que nadie, hasta
entonces, había logrado descubrir, difundir y popularizar.
Hijo de una
antigua familia muy conocida y apreciada en el Bajo Aragón, Santiago Lapuente
vino al mundo el día 22 de noviembre de 1855 en la “Meca de la jota” – así
llamó a Fuentes de Ebro el ilustre periodista aragonés Montestruc- .
SU
FORMACIÓN JOTERA.
En un
ambiente donde la Jota constituía la esencia del lirismo y de la exaltación
popular, no es de extrañar que quienes poseyeran una exquisita sensibilidad
unida a una gran afición y a otras cualidades excepcionales forzosamente
habrían de destacar en la historia del canto regional como joteros o como
jotistas. Por esto en Fuentes de Ebro surgieron la inmensa figura de Asunción
Delmás, la mejor cantadora de la época, los formidables Delmás, los más
diestros tañedores de requinto y los depurados intérpretes de la Jota punteada
en la guitarra, los incansables rondadores, el magnífico “Pitorro” y el coloso
entre los jotistas habidos y por haber.
Santiago
Lapuente, desde muy niño, empezó a mostrar gran afición a la música popular
aragonesa, pero fue la jota lo que precozmente más le cautivó. Ya a los 12 años
de edad recibió las enseñanzas de los más viejos del lugar acostumbrándose a
diferencias los estilos entonces conocidos. Y Lapuente, que escasamente tenía
voz, pronto compitió en calidad interpretativa con los cantadores de más
reconocida valía por aquellos contornos. Así, poco a poco, se fue haciendo el
gran “jotero sin voz” y el asombroso “guitarrista sin conocimientos musicales”
señalando, marcando y expresando la Jota como nadie. Luego ya, el estudio, sus
correrías, sus buceos, su extraordinario temperamento artístico, su memoria
privilegiada y su facultad de asimilación y concepción verdaderamente
prodigiosa, hicieron lo demás hasta convertirle en el maestro del estilo por el
sugestivo matiz que imprimía a las más difíciles tonadas y la naturalidad y
sabor con que interpretaba las más sencillas. No fue cantador de facultades,
pero fue maestro de cantadores y modelo de jotistas.
LA OBRA DE
LAPUENTE.
Ante todo,
Santiago Lapuente, fue el primer amante de la Jota que pensó en el porvenir del
canto regional. Comprendía él que el canto aragonés estaba, sí magníficamente
representado por los joteros que iban surgiendo en diferentes comarcas, que sus
voces eran maravillosas, que su intuición resultaba sorprendente, y que la
expresión que daban a las tonadas hasta entonces popularizadas ofrecía el
encanto de su sencillez y el aliciente del más puro sabor. Pero, a la vez, se
daba cuenta de que el canto de la Jota se limitaba a un número reducidísimo de
etilos reiteradamente ofrecidos al público o rutinariamente empleados en rondas
de mozos, en las faenas del campo o en actuaciones privadas. Pronto pensó en
que otras melodías joteras no difundidas existirían en diversos ambientes
rurales donde la Jota vivía oculta, con frondosidad desconocida. Y seguro de
que no se equivocaba emprendió sus visitas a los pueblos donde tras una
búsqueda penosa larga, llena de obstáculos y de sacrificios, pudo comprobar la
existencia de ricos filones, en los que trabajó intensamente, y purísimos
manantiales en los que satisfizo su sed de Jota nueva, de tonadas interesantísimas,
no divulgadas. Así, logró conocer y coleccionar hasta treinta y siete tonadas
diferentes que oportunamente habían de ser publicadas en una edición en la que
todas ellas y una sugestiva gama de variaciones musicales para acompañamiento
rondallístico, ejecutadas primorosamente por el gran bandurrista Ángel Sola,
compañero de Lapuente en sus viajes y actuaciones, fueron transcritas por el
maestro Alvira.
Esta fue la
base fundamente de la obra de Lapuente, ya que a partir de entonces los
cantadores pudieron valerse de ella para comenzar a ampliar sus reducidísimos
repertorios. Luego ya, el ejemplo de Lapuente cundió entre otros jotistas, y
así se ha llegado a formar la antología del canto de la jota que consta de casi
dos centenares de tonadas distintas entre antiguas y modernas. Pero la verdad
es que fue Santiago Lapuente el verdadero iniciador de la labor más
trascendental en la historia del canto aragonés.
©Archivo Heraldo de Aragón
LA
CONSAGRACIÓN DE LAPUENTE.
Varios
hechos definitivos contribuyeron a dar a Santiago Lapuente lo que muy bien
pudiéramos llamar “espaldarazo de la fama”: el haber formado y presentado al
público a los dos grandes joteros de aquella época, José Moreno y Juanito
Pardo, a la vez que por su iniciativa se empezaron a celebrar los Certámenes
Oficiales de Jota Aragonesa coincidiendo con las fiestas del Pilar de Zaragoza,
que con tanto éxito y significación vienen dándose año tras año; las enseñanzas
a la inmensa cantadora de Fuentes, Asunción Delmás, y a otras figuras que de él
aprendieron y con él se hicieron célebres, tales como Inocencia Sebastián, Blas
Larrayad y “La Arenera”; el que la insigne actriz María Guerrero se
convirtieses bajo su dirección en una excelente jotera que causó la admiración
de los madrileños; el aprovechamiento que de las interpretaciones de Lapuente
sacó el ilustre maestro Bretón cuando en Zaragoza y en Fuentes de Ebro se
saturó de Jota en la época en que en su cerebro germinaba ya la partitura de su
ópera “La Dolores”; y sobre todo, la presencia y triunfo del “Tío Jotero” en
Madrid en la velada-homenaje a la Jota aragonesa, acto organizado por la
Asociación de la Prensa, en la noche del 28 de noviembre de 1897.
Esta
inolvidable sesión fue presidida por Nuñez de Arce, acompañado del presidente
de la Asociación don Miguel Moya, y el marqués de Valdeiglesias. En los demás
sillones del estrado aparecieron Justo y Eusebio Blasco, Joaquín Dicenta, Darío
Pérez y Luis Royo Villanova, cinco ilustres literatos aragoneses cuya fama
había invadido el ambiente intelectual de la Villa y Corte. Y para completar el
magnífico cuadro el ya consagrado autor Carlos Fernández Shaw fue el encargado
de leer un hermoso trabajo de nuestro
Mariano de Cavia: maestro de escritores que no pudo asistir al acto por
encontrarse enfermo.
Eusebio
Blasco leyó su ingenioso “Discurso baturro”. Joaquín Dicenta recitó una
bellísima poesía en romance titulada “El Cristo nuevo”. Y Luis Royo Villanova
dio a conocer un sugestivo trabajo sobre “La copla aragonesa”. Y llegó el
momento cumbre. El cantador José Moreno “El baturrico de Andorra”, discípulo de
Lapuente, acompañado por la embrujada guitarra del maestro ofreció a la
concurrencia los primeros 22 estilos que “El tío Jotero” recogiera en sus
agobiantes correrías de “catador”, seleccionador y coleccionador de las más
típicas tonadas nacidas en el corazón de Aragón. La hermosa voz del joven
jotero, con la depurada escuela de Lapuente, cautivó al público que ovacionaba
una a una las clásicas, limpias y castizas melodías, triunfando la Jota cantada
en pleno apogeo de su pureza. El éxito de la velada fue inmenso y tuvo
resonancia nacional, pues toda la Prensa de Madrid se ocupó del acontecimiento
que marcaba la insospechada revelación de la Jota fuera de Aragón, y que en tal
ocasión constituyó una verdadera apoteosis merced especialmente, a la
intervención de Santiago Lapuente y de su discípulo.
Añadamos a
esto los triunfos clamorosos de Lapuente, sus éxitos en palacio, ante la
familia real, las sesiones en casa de Cánovas del Castillo y en la del Conde de
la Viñaza, y las célebres jornadas en el Café de Londres, animando y
entusiasmando a la “Peña” de artistas, músicos, poetas y literatos, a la que
diariamente acudían personajes tan conocidos como Octavio Picón, Vital Aza,
Chapi, Marqués de Lara, Estemera, Ramos Carrión y otras figuras popularísimas
en el ámbito intelectual, periodístico, teatral y artístico del Madrid de
aquellos tiempos y comprenderemos el porqué de la fama de Santiago Lapuente, la
razón de que a Ángel Sola se le llamase “El Sarasate de la Jota en la
bandurria” y que a Lapuente lo calificase el maestro Caballero de “monstruo de
Jota”, y el maestro Chapí lo considerase como ”fantástico archivo y maravilloso
catálogo de melodías joteras”.
Después de
cuanto llevamos dicho, solo cabe reconocer que, cuando en Aragón todavía no se
había estimado en su justo valor la obra de Lapuente, fue en Madrid donde se le
reconoció como gran jotista concediéndole la máxima atención, proclamando sus
méritos y rindiéndole honores que en su tierra se la habían escatimado…
EL BUSTO DE
LAPUENTE.
Nos
complacemos en ofrecer a los lectores de HERALDO DE ARAGÓN una reproducción
fotográfica del busto del famoso jotista, indudable gran acierto del escultor
aragonés Ángel Bayod Usón. El artista ha sabido plasmas el rostro beatífico,
largo y anguloso, del “Tío Jotero”, la bondad, serenidad y concentración
espiritual que caracterizaban al hijo de Fuentes de Ebro.
Ante este
busco vienen a nuestra memoria una ejemplar realización, el barrio de la jota y
un soñado proyecto: el monumento a la Jota. Allí en el barrio coquetón que se
ha conseguido en las inmediaciones de la Avenida de Cataluña, por iniciativa de
don Jacobo Cano, donde a cada calle se da el nombre de una figura jotera (cantadores,
cantadoras, bailadores, bailadoras y maestros destacados). El busco de Lapuente
debe ocupar un puesto preferente. Y si el tantas veces proyectado monumento a
la Jota llega un día a convertirse en la realidad que todos esperamos, este
mismo busto debe encontrar sitio de honor junto a otras figuras representativas
que suponemos no habrán de faltar en su conjunto.
Esto es lo
menos que merece el que con su escasa voz dio a nuestro hermoso canto una
emotividad, una belleza y un interés insospechados; el que sin poseer una vasta
cultura musical supo buscar, hallar, realzar y propagar los encantos de la
Jota; el que sin escuela, sin disciplina, dominó la guitarra en sus
aplicaciones joteras más precisas; y el que únicamente por afición, por amor a
su tierra y por cariño a sus discípulos, contribuyó en forma decisiva a dar al
canto regional un impulso formidable y una popularidad y difusión nacional sin
precedentes.
IN
MEMORIAM.
Santiago
Lapuente falleció en Zaragoza a los 77 años de edad. Aragón está en deuda con
él. Zaragoza sobre todo, no ha cumplido con el maestro-jotista. Sólo en Fuentes
de Ebro, en la fachada de la casa donde nació, en una lápida, reza esta
inscripción que forzosamente tenía que ser una copla de Jota:
Cobijada en
esta piedra
Junto al busto
de Lapuente
La Jota ríe
orgullosa;
La jota se
siente fuerte.
Demetrio GALÁN BERGUA
El
siguiente artículo trata de un discípulo del gran Santiago Lapuente y apodado
como “El aragonesico”. ¿Sabéis de quién hablamos?
Sergio Sanz
Artús