Buenos días a tod@s!
Esta vez, tal y como os adelantábamos en el
anterior “El Heraldo de la Jota”, D.
Demetrio Galán Bergua nos sorprende con un artículo dedicado a un jotero no
muy conocido.
Presentamos de esta manera, el artículo
publicado el 5 de noviembre de 1961
y dedicado al cantador Fermín Arrudí
Urieta, el “Gigante Aragonés”.
GALERIA DE LA JOTA
JOTEROS CELEBRES: FERMÍN ARRUDÍ URIETA EL “GIGANTE ARAGONÉS”
ACLARACIÓN
PREVIA
Quienes no
conocieron a Fermín Arrudí más que como
“Gigante Aragonés” y sólamente le vieron en sus “controladas”, “comerciales” y
espectaculares exhibiciones por Aragón, España y el extranjero, seguramente se
sorprenderán de que su figura se traiga a la “Galería de la Jota” de HERALDO DE
ARAGÓN para unirla a las de los más célebres joteros. Pero yo puedo justificar tal decisión porque en mis
años mozos, en mis largas jornadas veraniegas en Sallent del Gállego, su villa
natal, tuve frecuentes ocasiones de admirar en él, aparte de su enorme talla y
gran bondad, varias facetas artísticas y actividades dentro de la Jota que,
allí en su pueblo y en el Valle de Tena, le dieron tanta popularidad como su
impresionante gigantismo y marcados estigmas acromegálicos.
DOS CASOS
ASOMBROSOS
Fermín
Arrudí Urieta nació en Sallent, en la típica casa de “Sorda”, apodo que heredó
un hermano suyo al que llamaban “Juan de Sorda”, el cual vino al mundo con una
tara mental que pronto le convirtió en “el tonto del pueblo”; un tonto
curiosísimo que junto a sus rotundas deficiencias y anormalidades psíquicas
poseía tal memoria que recordaba con los más pequeños detalles el más lejano
historial de todos los vecinos de su época, especialmente de los que nacieron
en el mismo cuarto de siglo que él naciera, “acertando” instantáneamente –
cuando se le requería- la hora, día, mes y año del nacimiento de cualquiera de
ellos, con pelos y señales de las más diversas circunstancias y datos
personales, incluyendo el estado del tiempo – nieve, lluvia, granizo, calor o
frío, boira o ventisca- que entonces hiciera.
Además, resolvía con rapidez inconcebible toda clase de sumas, restas y
multiplicaciones, con un procedimiento que nunca se pudo saber cuál era, y
retenía de cabo a rabo todo el Santoral que figuraba en las hojas de los calendarios,
a las que era aficionadísimo. Pues bien: el hermano gigante, nuestro Fermín,
tampoco gozaba de una inteligencia soberana, ni de un cerebro espejado; más
bien era “corto” de mentalidad, pobre de ideas, escaso de entendimiento, casi
ayuno de cultura. Y, sin embargo, fue un verdadero artista intuitivo ya que sin
que nadie le enseñara llegó a tocar con notable destreza el violín, el laúd, la
pandereta, los hierrecillos, el requinto, la bandurria, la flauta y el
armonium. Si se tiene en cuenta que por el anillo que llevaba en el dedo anular
de la mano izquierda pasaba holgadamente una de aquellas grandes “perras
gordas”- moneda de cobre, de diez céntimos-; que sus otros dedos eran
proporcionadamente fenomenales; y que sus manazas triplicaban, con mucho en
grosos y amplitud a las normales, difícilmente se comprenderá como el “Gigante
Aragonés” pudo casi dominar tales instrumentos e interpretar en todos ellos las
más diversas composiciones musicales y, preferentemente, las rápidas
variaciones de nuestra Jota. Pero lo que nos dejaba perplejos era el manejo del
requinto, el diminuto guitarro cuyos trastes con uno solo de sus impresionantes
dedos tapaba. Y lo más curioso y admirable era el recio “sabor” y el magnífico
matiz que imprimía a sus interpretaciones.
©Archivo Heraldo de Aragón
EL JOTERO
Fermín
Arrudí, además de tañedor era cantador y, sobre todo, rondador y animador de
fiestas en las que la Jota se daba con el encanto de antaño. Allí, en Sallent
de Gállego, la pintoresca villa fronteriza, maravilloso belén colocado en el
centro de un grandioso anfiteatro, soberbio prodigio anfiteatro, soberbio
prodigio de la Naturaleza, conocí las primeras rondas de mozos, espectáculo
incomparable, sugestivo, lleno de poesía y lirismo sencillo, espontáneo, natural.
Recorriendo aquellas calles pinas y empedradas parando en estrechas
encrucijadas y bellos rincones, expansionándonos y descansando en la “Puerta de
la Herrería” y en el “Mentidero”, y rondando a todo el pueblo una y otra vez se
unió a nosotros el “Gigante Aragonés”. Un corneta de carabineros tocaba la
bandurria, dos o tres mozos rasgueaban sus guitarras, un solterón manejaba la
pandereta o los “hierros”, y Fermín Arrudí, destacando entre los diez o doce
que formábamos la cuadrilla, “sacaba” al requinto el secreto de sus
sonoridades. Cantaban los mozos, animados siempre por el gigante alegre,
afable, infantil… Y de pronto, cuando menos se esperaba, su voz estentórea, de
timbre recio y de colosal potencia, inundaba el ambiente de la noche tibia
interpretando reciamente, con estilo puro, las clásicas “rondaderas” de la
época antigua, propagándose en ecos sobrecogedores las frases musicales de la
Jota que, siempre grande, resultaba entonces tan gigante con aquel enorme
mocetón montañés que llevaba dentro de su alma baturra, de su espíritu racial,
la esencia del canto de Aragón que él con tanto fervor amaba y con tanto anhelo
defendía.
VIDA BREVE
Fermín Arrudí
nació el día 7 de julio de 1870. Su vida fue, desde su mocedad, una
ininterrumpida serie de episodios de toda índole, a cual más interesante,
entremezclados con no pocas amarguras y sacrificios. Estoy por afirmar que los
días felices de su existencia fueron aquellos que pasó en Sallent donde gozaba
de una libertad absoluta, de una vida de relación gratísima para él puesto que
sin etiquetas, ni ocultaciones, ni esclavitudes forzosas, ni férulas obligadas
en sus desplazamientos, trabajaba en el campo, vestía a su gusto, comía a
placer, alternaba con todos sus convecinos, disfrutaba en las Fiestas, se
distraía en su casa con sus variados instrumentos musicales, y, por encima de
todo esto, que ya le hacía dichoso, rondaba de noche lo que, a no dudas,
constituía una verdadera ilusión, tal vez, si, porque le gustaba la Jota de
ronda, pero acaso, también, porque era entonces cuando él dejaba de ser el
gigante que llamaba la atención de las gentes para convertirse en un hombre
como los demás para reír, y cantar, y bullir a sus anchas, y vivir con
optimismo, y sentirse libre, y considerarse como un ser normal…
A Fermín
Arrudí, en una de sus excursiones al extranjero, le conoció Luisa Carle,
parisina arrogante, esbelta, alta, de correcta educación. Con ella se casó y vivió
en Sallent, y en su compañía realizó viajes y más viajes, siempre en plan de
gigante de exhibición. Fermín no tuvo descendencia, y falleció a los 43 años de
edad, el día 4 de mayo de 1913. Antes que él, había muerto su hermano “Juan de
Sorda”. Los dos dejaron recuerdo en la historia de la villa perenales. La fama
del uno no pasó de allí; fama triste y simpática, a un tiempo. La celebridad
del otro tuvo de todo… Pasemos por alto su faceta humana vapuleada por su
gigantismo, y quedémonos con aquello que me ha movido a traerlo a esta
“Galería”: su indudable personalidad jotera, no profesional ni de gran figura
pero evidentemente admirable y rotundamente ejemplar…
Demetrio GALAN BERGUA.
El próximo
artículo de “El Heraldo de la Jota”, recogido en los artículos que Heraldo de
Aragón publicó del gran D. Demetrio Galán Bergua y de los cuales tenemos la
cesión en exclusividad para poder re-editarlos, trata de otro jotero oscense,
más concretamente de la localidad de Santalecina… ¿Quién se anima a descubrir
quién es?
Sergio Sanz
Artús