¡Buenos días a tod@s!
Una semana más, seguimos con nuestra labor de
recuperación y digitalización de los artículos publicados por D. Demetrio Galán
Bergua en el Heraldo de Aragón y que fueron cedidos a nuestro grupo para su
difusión.
Esta semana, recuperamos el artículo
publicado el 24 de Diciembre de 1961 en el que Galán Bergua ensalzaba la figura
de José Moreno.
Domingo 24 de
diciembre de 1961
GALERIA DE LA JOTA
CANTADORES CÉLEBRES: JOSÉ MORENO, “EL BATURRICO DE ANDORRA”
EN EL OCASO
DEL “ROYO DEL RABAL”.
De alguna
manera hay que llamar al período en que el “Royo del Rabal” empezaba a declinar
como cantador, coincidiendo con la aparición de nuevos joteros que alcanzaban
justa fama y extraordinaria personalidad tanto por su temperamento artístico
como por sus facultades y cualidades interpretativas. Ocurrí esto a fines del
siglo pasado. Entre los varios cantadores que por entonces destacaron hubo dos
excepcionales: José Moreno, de Andorra (Teruel), y Juanito Pardo, de Zaragoza.
Ambos se dieron a conocer en los Certámenes Oficiales, a los 15 y a los 12
años, respectivamente. Los dos siguieron la misma trayectoria. Empezaron muy
jóvenes, y muy jóvenes se ausentaron de Zaragoza, y de España. Uno y otro
triunfaron rotundamente mientras aquí estuvieron hasta el punto de que en la
historia de la jota figuraban como verdaderos “fenómenos” del canto regional.
Sin embargo, no más de un decenio duró su carrera artística que fue eso sí,
apoteósica. Afortunadamente la desaparición de estos cantadores se dio cuando
otras grandes figuras surgían como astros de primera magnitud en el firmamento
de la Jota cantada, tales como Blas Mora, Vicenta Giménez, Jacinto Gracia,
Ángeles Giménez, Antonio Aznar, Nicolás Perrín, Ignacio Valenzuela, José
Lasanta, Isabel Muñoz, Gerardo Gracia, Romualdo Arana, Juan Antonio Gracia,
Urbano Gracia y, sobre todo, María Blasco, Miguel Asso y Cecilio Navarro. Todos
estos se hicieron célebres cuando el “Royo del Rabal” ya no existía como
cantador, y casi al tiempo en que dejó de existir como hombre.
José Moreno
y Juanito Pardo, además de su facultades naturales demostraros poseer lo que no
está en la materia, ni depende de la perfección anatómica, ni está ligado a la
función orgánica, ni basado en la integridad física. Tenían alma, espíritu,
temple, intuición y “maneras” propias. No lograron hacer olvidar la fama del
rabalero pero sí atrajeron la atención y la admiración de los amantes de la
Jota que se enfervorizaban oyéndoles cantar.
El “Royo
del Rabal” había declinado pero siguió conservando su personalidad histórica y
popular. Ni Moreno ni Pardo, ni los cantadores citados, ni todas las grandes
figuras conocidas hasta hoy, lo anularon como símbolo representativo. Por eso
lo que hemos llamado ocaso del “Royo del Rabal” no fue más que una natural
sucesión en el trono que él dejaba para que otros, a su tiempo, se erigiesen en
monarcas de la Jota.
LA
REVELACIÓN.
En el
Certamen Oficial de las Fiestas del Pilar del año 1896 se presentó por primera
vez al público José Moreno, discípulo predilecto y protegido de Santiago
Lapuente. Quizá lo fue más que ningún otro pues se le consideraba como ahijado
suyo. Moreno, “El aragonesico”, o “baturrico de Andorra”, tenía entonces 15
años. Tal vez por esta circunstancia el jurado, obrando bien, ante la voz
magnífica de un mocico que estaba en un momento crítico de su adolescencia,
edad en la que con tanta frecuencia se malogran los precoces cantadores, y
tomando en la máxima consideración la formidable actuación de un gran cantador
“hecho” y experimentado, Urbano Gracia, concedió a éste el primer premio, y el
segundo a José Moreno. El público, muy sensato en aquella ocasión, no protestó
el fallo pero hizo objeto de las mayores aclamaciones al joven jotero,
considerándole como una verdadera revelación, una caso sorprendente por la
“rasmia” y la gracia que imprimía a sus tonadas. La confirmación de su gran
clase y el triunfo definitivo no se hicieron esperar, ya que al año siguiente
lograba el primer premio con todos los honores.
José
Moreno, a partir de aquí, fue el cantador mimado de todos los públicos y de
todas las clases sociales. Su atractiva figura, su simpatía arrolladora, su
personalísimo estilo de jotero, su preciosa voz, su perfecta dicción y sus
grandes facultades cautivaron a los aragoneses y a los madrileños. No hay que
olvidar que él, acompañado a la guitarra por su maestro, causó sensación en
Madrid en los salones de la Asociación de la Prensa. A tal punto llegó su
popularidad en todas las esferas y la admiración de las damas que los preciosos
y riquísimos trajes que lucía eran regalos de la marquesa de Ayerbe, de la
señora de Vinyals y de la baronesa de la Torre.
FACETAS.
El “mañico”
Moreno, nacido en Andorra (Teruel), antes de pasar a la protección y enseñanzas
de Lapuente, recibió lecciones de una hermana suya. De ella aprendió varios
estilos clásico haciendo una creación de aquel cuya letra decía así:
Cuando nos
encontraremos
corazón
mío, en la calle;
allí
ajustaremos cuentas,
y aquel que
deba que pague.
Estilo de
grandes dificultades por su frase, y que otra aventajada discípula de Lapuente,
Inocencia Sebastián, lo “jugó” – frase del maestro- como nadie, dentro de su
difícil sencillez.
De José
Moreno, cuando salió de Andorra, decía Santiago Lapuente: “Este chico tiene
instinto musical, afición y pulmones. Es muy travieso, muy rebelde, muy
independiente, más agudo que el hambre, y posee una gracia especial para
anudarse el pañuelo a la cabeza. Si no se malogra con el cambio de voz puede
llegar a ser otro Gayarre”. Lo cierto es que Lapuente puso en el mozo andorrano
todas sus primeras ilusiones de profesor, logrando, mientras estuvo bajo su
tutela, que le obedeciese y le respetase.
©Archivo Heraldo de Aragón
COPLAS
ALUSIVAS.
La noche
del 15 de mayo de 1897 fue José Moreno el cantador que alborotó a los
zaragozanos y entusiasmó al general Polavieja, con motivo de una serenata en la
que intervino como gran figura del canto regional. Momentos antes de actuar le
dictaron esta copla que cantó con el mayor entusiasmo:
Hace tiempo
que la Patria
necesita un
Polavieja
que la
limpie de traidores
y con honra
la proteja.
Pero el
bueno de José Moreno, que era un patriota exaltado, influido como todos los
españoles de entonces por los sinsabores que nos trajo la guerra de Cuba, en un
momento de ardor patrio, en vez de decir “traidores” dijo: “bandidos”, y se
quedó tan fresco. Después de todo, en realidad, para la intención de la copla,
el calificativo venía a expresar lo mismo. Los dos vocablos estaban bien
aplicados…
Aquella
misma noche cantó, en serenata, al general Burguete, aragonés, dedicándole esta
despedida:
Con esta mi
despedida
un viva
quiero yo dar
a mi
paisano Burguete,
el valiente
militar.
También me
parece oportuno recordar la que en la misma noche de serenatas cantó ante la
Redacción de HERALDO DE ARAGÓN.
Es un
heraldo del pueblo
el HERALDO
DE ARAGÓN,
portavoz de
su sentir,
lengua de
su corazón.
UNAS FRASES
DEL “ROYO DEL RABAL”.
En la
primera actuación de José Moreno –“El niño Moreno” le llamaban entonces- en el
Teatro Principal de Zaragoza, ocurrió algo digno de contar. Un espectadro que
ocupaba una delantera de anfiteatro, entusiasmado al escuchar al joven cantador
en la intervención de uno de sus valientes estilos en lo que derrochaba su
potente y bien timbrada voz, no pudo contenerse y, dando un respingo en el
asiento, exclamó de modo que le oyera todo el público. “A ese, de no ser el
“Royo del Rabal”, no le gana nadie”. Entonces, el espectador más próximo, en la
fila de detrás, le contestó con gran parsimonia: “Ese canta más que nadie. Se
lo asegura “El Royo del Rabal”, que soy yo”. El oyente justamente exaltado fue
don Antonio Galve Pascual, notabilísimo maestro nacional, persona muy cabal y
digna de darle crédito, tanto como lo es don F. Martínez Sauras, conocido
comerciante zaragozano, superviviente de aquella época, que me ha ampliado la
noticia que yo incompletamente conocía.
LA FAMA
DESPRECIADA.
Los casos
de José Moreno, de Juanito Pardo y de otras figuras del canto aragonés que en
plena carrera de triunfos han abandonado la Jota con la esperanza de obtener,
fuera de ella, grandes éxitos artísticos, basándose únicamente en la posesión
de una voz maravillosa digna –según ellos y ellas, y a juicio de equivocados o
malos consejeros- de aspirar a más productivas y gloriosas empresas, bien
merecen la pena de que sirvan de lección a cuantos joteros puedan estar a punto
de apartarse de la realidad sin meditar sobre el conocido refrán: más vale
pájaro en mano que ciento volando”. El caso de Miguel Fleta, que dejó la Jota
por haber fracasado en la primera y única ocasión que tuvo de consagrarse como
jotero, es cosa distinta, aparte de ser excepcional. Llegó a ser divo mundial
merced a una garganta y a un arte privilegiados que cultivó muy lejos del
ambiente de la Jota. Joteros célebres que hayan triunfado al “salirse” de la
jota no ha existido ninguno. Alguien me dirá que si José Oto, Camila Gracia y
María Pilar de las Heras, entre otros varios, no muchos, a los que el mismo
Fleta, el maestro Mingote, o ciertos admiradores y empresarios, le animaron a
estudiar canto para dedicarse a la zarzuela o a la ópera, hubiesen dejado la
Jota a tal fin, habrían llegado a ser figuras del arte lírico. Yo no niego la
“posibilidad”, no creo en la “probabilidad”, y siempre me cabrá pensar en
aquello de que en los actos humanos no cabe, como en la Fé, creer en lo que no
se ve.
Sigan los
joteros entregándose a la Jota para bien de ella, orgullo de ellos y honra de
Aragón, y escarmienten en cabeza ajena mirándose en el espejo que refleja la
triste realidad de José Moreno y Juanito Pardo. Porque lo cierto es,
refiriéndonos hoy al “baturrico de Andorra”, que éste se forjó vanas ilusiones
y acarició absurdas quimeras –tal vez mal orientado y peor aconsejado- para, al
fin, desaparecer de Zaragoza en busca de nuevos horizontes en los que no halló
lo que soñaba y acaso sufrió tardíos e irremediables desengaños. Prueba de su
equivocación, del error de sus consejeros es que José Moreno murió
definitivamente para la Jota, murió para el canto, y murió para el logro total
de la fama que, en gran parte, ya había alcanzado. ¡Y cuántas veces, José
Moreno, recordaría aquella copla que con predilección había cantado!:
El río
vuelve a su cauce
la
golondrina a su nido,
pero al
corazón no vuelve
la ilusión
que se ha perdido.
Demetrio GALÁN BERGUA
Con el
próximo artículo nos desplazaremos a la localidad zaragozana de Épila, donde
nació, el 11 de marzo de 1888, el próximo cantador que conoceremos de la mano
de Galán Bergua. ¿Os animáis a decirnos quién es?
Sergio Sanz
Artús
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