Buenos días a tod@s!
Esta semana os hacemos entrega del artículo
dedicado a una de las grandes de nuestra jota y cuya entrevista fue publicada
el Domingo 3 de Septiembre de 1961.
CANTADORES CÉLEBRES: PASCUALA PERIE
PUEBLO DE JOTEROS
El pueblo
de Nuez, a las orillas del Ebro tiene una destacada historia jotera, Juan
Antonio, Manuel y Gerardo Gracia, con Dionisio Labasa, ya formaron un cuarteto
admirable, aparte de los ascendientes de éstos, que fueron iniciadores y
propulsores del canto de la Jota en aquella comarca. Pero a Nuez de Ebro le
faltaba una jotera que viniese a completar y a realizar el rico plantel de
cantadores allí nacidos. La niña que a los doce años ya empezó a llamar la
atención de los que en el pueblo escucharon sus primeros destellos de gran
calidad de voz y precoz asimilación de las tonadas popularizadas, pronto se
dieron cuenta de que Pascualica Perié poseía unas cualidades extraordinarias
para llegar a ser, bien orientada, bien cuidada, una gran cantadora de la Jota.
Por fortuna para ella, fácil le fue hallar en Nuez un maestro excepcional: su
tío carnal, Juan Antonio Gracia, hermano de su madre. Y, lógicamente, nadie con
más interés, con mayor afecto y más experiencia, que su tío, el maravilloso
estilista, para sacar partido de las aptitudes de la niña, y, con método
prudencia ponerla en el camino de la celebridad.
A partir de
aquí, la niña fue haciéndose moza, y, merced a los consejos y enseñanzas de su
tío, venció la peligrosa y crítica mutación de la pubertad llegando a ser mujer
en condiciones excepcionales para triunfar. Cuando Pascuala Perié se trasladó a
vivir a Zaragoza el pueblo de Nuez de Ebro contaba ya en su historial con una
gran promesa que muy pronto sería hermosa realidad.
LO QUE FUE PASCULA PERIE
No es cosa
de repetir lo que todos los aragoneses conocen. Los sucesivos triunfos de Pascuala, los premios y galardones logrados
en diferentes concursos, las resonantes giras por España y el extranjero
causando la admiración de toda clase de públicos, su brillante carrera, en fin.
Pero sí quiero expresar este juicio mío fundamentado en lo que yo llamo proceso
personalísimo; Pascuala Perié fue espontánea, primero; encauzada, después;
lograda, más tarde; estilizada, cuando se lo propuso, maestra popular, y profesora
oficial, últimamente. Y, sobre todo,
Pascuala Perié, en la Jota, fue siempre pura, legítima, auténtica,
inconfundible.
Para mí, “La
Perié”, o “La Pascuala”, que así, indistintamente la nombraban los compañeros y
admiradores, fue un modelo ejemplar de cantadoras de Jota. Su vocación, su
constancia, su afán de superarse, su entrega al canto regional, virtudes
esenciales en todo perfecto y digno cantador, unido esto, en ella, a la bella
expresión de las melodías, a la limpia dicción y vocalización, a su voz
convenientemente educada, y al respeto a la pureza de los estilos, la llevaron
a adquirir una recia personalidad, convirtiéndola en figura indiscutible de la
Jota. Ella fue, en la época de su apogeo, que duró hasta su muerte la jotera
imprescindible, la obligada, la más representativa.
LA “BIEN PLANTADA”
Entre las
muchas y admirables características joteras de Pascuala Perié, hay una que
destaca en forma tal que bien podemos denominar “suya”, peculiarísima,
ejemplar. Me refiero a su modo de presentarse, estar y salir de escena, y a la
impecable propiedad con que vestía el traje regional: pañuelo, jubón, falda,
delantal, medias blancas, zapato bajo, todo el traje típico de la zaragozana,
lo lucía ella con una autenticidad digna de alabanza y de servir de ejemplo… No
voy a censurar a nadie, porque la entrada a escena, así como la permanencia y
la salida de ella, comprendo que muchas veces están ligadas a algo temperamental,
personal, espontáneo, casi automático que distingue a unos artistas de otros.
Son maneras de ser, naturales, habituales en el individuo, y, por tanto
respetabilísimas y, hasta, a veces, atractivas. No así la “posse” estudiada,
premeditada e incluso ensayada, delante del espejo, con “saltitos”, movimientos
ondulantes o rotatorios del cuerpo al “plantarse” para cantar, posturas
retadoras, gestos innecesarios y despedidas más
o menos graciosas que muy poco dicen a favor de quien todo o parte de
ellos practica en sus intervenciones. Pascuala Perié fue la jotera que, sin
cálculo meditado, llegaba, actuaba, saludaba, agradecía y se despedía con grata
seriedad, con “aire” de reina, de “reina de baturra”, de reina y “maña” a la
vez… Y también sonreía, con una sonrisa natural, que era “suya”, espontánea,
habitual en ella cuando sentía una satisfacción de cualquier índole. Sonreía
como jotera, del mismo modo que lo hacía como esposa feliz, o como madre
amantísima. Y su posición ante el público era la corriente en su casa, o en la
calle, o donde quiera se bailase. Bien plantada toda su vida, en todos los
ambientes, en todas las circunstancias, no podía dejar de serlo en los
escenarios de la Jota, así como lo era ante sus alumnos de la Escuela Municipal.
Alguien podrá decirme que sólo con eso no se triunfa en la Jota. De acuerdo,
pero es que la Perié era, además, una gran figura de maestro canto, una
verdadera maestra del estilo, una admirable intérprete de las tonadas más
clásicas, y, sobre todo, una ejemplar detractora de los vicios o defectos que
desvirtúan la maravillosa belleza de nuestras melodías. Por lo tanto… miel
sobre hojuelas.
©Archivo Heraldo de Aragón
LA “MAGALLONERA”
En la
historia artística de Pascuala Perié hay un dato digno de recordarlo siempre.
Digamos, ante todo, que la jotera de Nuez de Ebro era enemiga de toda clase mistificaciones,
degeneraciones y caprichosas estilizaciones de la Jota cantada. Odiaba las “ventajillas”,
las florituras, los largos calderones y toda clase de efectismos para la
galería. Cantaba las tonadas con una sencillez incomparable. Pero una sola vez
quiso dar respuesta a cierta absurda estilización que ranchos de los lectores
recordarán. Me refiero a la lamentable versión que llegó al cine español con la
película “Nobleza baturra”. Ella, Pascuala, ya conocía otras versiones
similares, pero jamás pensó en hacerlas populares con su intervención. En
realidad fue en tal película la primera vez que se escuchó la típica “olivera”
de Magallón convertida en una canción (que quiso hacérsenos pasar por estilo de
Jota) arbitraria, lánguida, artificiosa, caprichosa, acomodaticia. Pues bien:
Pascuala Perié supo -ya con decisión de maestra- demostrar cómo una cantadora
aragonesa podía, a modo de lección, dar a la metamorfosis inaceptable del
estilo original una faceta sugestiva que sirvió para que la “magallonera” suya,
hiciese olvidar la de la célebre artista encargada de interpretar lo que ni a
ella “le iba”, ni a la película le hacía falta alguna. De este modo, Pascuala
Perié hizo famosa una bastarda “olivera” que debiera haberse desechado
definitivamente del repertorio de todos los cantadores aragoneses. Por esto,
yo, sinceramente, aun reconociendo que Pascuala Perié, fue el único “lujo” de
maestra que con noble intención quiso permitirse interpretando lo que, aun
siendo ilegítimo y reprobable, en boca de ella resultaba sugestivo o
interesante, y gustaba extraordinariamente al público, he de confesar que jamás
me ha agradado escuchar la “magallonera” en cuestión, y que no la considero
digna de figurar en los cancioneros aragoneses ni en los repertorios de
nuestros cantadores. Otra cosa es que la
“magallonera”, como canción inspirada en un estilo de Jota, no como Jota,
resulte una composición melódica bellísima, sobre todo interpretada con el
matiz y la delicadeza que en ella ponía, Pascuala Perié. En cambio, cantada por
un hombre, por un jotero, es francamente cursi, inapropiada aunque la letra
esté hecha para cantarla un varón, no una hembra:
Cuando
vuelva de la siega
asómate a
la ventana,
que a un
segador no le importa
que le dé
el sol cara a cara.
LOS DOS TRAJES
Pascuala Perié
fue excelente esposa, madre amantísima, cristiana ejemplar y ferviente devota
de la Virgen del Pilar, a la que dedicó en toda ocasión sus coplas predilectas.
Y como era gran baturra y gran creyente se enfrentó con la muerte dando pruebas
bien patentes de reciedumbre de espíritu, de resignación y serenidad, animando
a los suyos y pidiendo que su cuerpo fuese amortajado con el hábito carmelitano.
El traje regional, el que tan digna y gallardamente lució en vida, prefirió
dejarle en el arca, como oro en paño y como recuerdo de su existencia
artística. El otro, el de la muerte, no podía ser más que un exponente se ve
arraigada religiosidad.
Demetrio
GALAN BERGUA
El martes
que viene, al ser 23 de abril, no publicaremos… Eso sí, el jueves 25, os
daremos una pista del siguiente artículo.
Sergio Sanz Artús
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