Buenos días a tod@s!
Volvemos con un artículo del gran D. Demetrio Galán Bergua.
Esta semana tenemos a una mujer que obtuvo
todos los grandes galardones de la jota aragonesa y miembro de una gran familia
de joteros: “Los Burinos”.
Artículo publicado el 24 de septiembre de 1961 y dedicado a la gran María Asensio, “La Burina”.
GALERIA DE LA JOTA
CANTADORAS CÉLEBRES: MARÍA ASENSIO, “LA BURINA”
Los
“aguadores” de Zaragoza, - El “Tío Burino” y sus burros.- Estampas de aquella
época.- La familia de los “Burinos”.- Magnífica historia de jotera.
AÑORANZAS…
Era yo un
parvulillo de cuatro años- allá por el 1898- cuando conocí a los últimos “aguadores”
zaragozanos que sucedieron a los de la época del “Tío Burino”. Me refiero a los
que repartían agua entre los vecinos de nuestra ciudad valiéndose de pequeños
toneles que vacilaban donde fuera preciso. Nunca olvidaré aquella y otras
estampas populares de fines del pasado siglo. Eran los tiempos de las “burras
lecheras” que recorrían la población para ofrecer el líquido vivificante a
quienes por fanatismo, por prescripción facultativa o por consejo de comadre se
entregaban a su anhelada ingestión de las cuadrillas de segadores que
pernoctaban en la ribera del Ebro, junto al Pilar y bajo los balcones de mi
casa que tenía entrada por la calle del Fin – con su gran puerta que se cerraba
por las noches bajo la vigilancia del consumero-; de estos segadores y de
aquellos pastores que encendían hogueras sobre las que se preparaban las
grandes sartenadas de menúceles, plato exquisito que, previa invitación, probé
en más de una ocasión; de las madrugadoras churreras que pregonaba: “¡Churricos
calientes!... ¡Dos churros, una perrica, dos!” churros tres veces más gruesos y
largos que los actuales, y que por dobles parejas ilustraban mi desayuno antes
de ir a los Escolapios; del paso de los grandes rebaños de ganado lanar que “bajaban”
desde las majadas del Pirineo aragonés para pastar durante el invierno en los
acampos, con su impresionante desfile de ovejas, corderos y corderillos
precedidos siempre del nutrido grupo de enormes “chotos” que, haciendo sonar
sus grandes esquillones, anunciaban desde muy lejos su llegada a la ciudad; y,
en fin, entre otras muchas curiosidades de entonces, del sainetesco tranvía de
Circunvalación que, partiendo de la Plaza del Mercado antiguo, se “colaba” por
la calle de la Albardería –hoy Cerdán- para recorrer los Cosos –Alto y Bajo-,
cruzar por las Tenerías, atravesar la Ribera del Ebro hasta el Postigo, y entra
de nuevo en el Mercado, por la Triperna: tranvías de jardineras, aireadas en
todo tiempo, con sus “tiros” de mulas escuálidas y sus enérgucos e impulsivos
conductores – de habitual mal genio- que sin descanso hacían sonar el látigo y
lo descagaban sin piedad sobre las bestias, animando el trayecto con frase,
adjetivos, exclamaciones y epítetos de todos los calibres… Pues bien: en otros
más lejanos tiempos en que parte de la población adquiría por precio módico el
agua que en cantaros de barro colocados sobre amplios esportones, transportaban
los celebres burros de “aguador” fue el “Tío Burino”, uno de los más populares
repartidores, no faltando, frecuentemente sus expansiones joteras con las que
amenizaba su recorrido por las calles zaragozanas.
LOS
<<BURINOS>>
El apodo
“Burinos” proviene, sin duda alguna, de lo amigo que este hombre era de armar “burina”
de “burinear” vocablos que entonces en el “argot” del pueblo, significaban
“meterse en juergas”; y, en verdad, que nuestro “aguador” era uno de los más
aficionados a ello.
El “Tío
Burino, abuelo de la gran jotera zaragozana María Asensio, hombre simpático,
llanote y muy baturro, poseía una voz potente, de excelente timbre y desgranaba
con buen estilo las clásicas tonadas de nuestra Jota, pero nunca se decidió a
darse a conocer en actos públicos por el acusado farfalleo que a su hablar
acompañaba. El mote “Burino” fue heredado por sus descendientes. Su nieta en el
ambiente jotero, fue llamada “La Burina” y cierto es también, que a unos y a
otros lego afición y buenas disposiciones para cantar la jota. Se trata, por
tanto de una familia de joteros: el abuelo, el padre, el hermano y las sobrinas
de María Asensio – ella sobre todo- han cantado la Jota, la han sentido, la han
venerado y en la actualidad, en casa de “La Burina”, todos dedican a la Jota
sus recuerdos y sus predilecciones.
LA JOTERA
María
Asensio nació en octubre de 1900. A los catorce años trabajaba como obrera en
la Fabrica de Pina y en la Cada del “Tío Pedrillo” allá en los altos de
Torrero. Una tarde, cuando regresaba a su casa después del trabajo, iba
cantando la jota acompañada de varias compañeras. Sorprendida por el padre
político de Miguel Asso, tras apreciar algo extraordinario en aquella voz, la
llevó al gran cantador que fue su primer maestro. Más tarde, fue el inmenso
Cecilio Navarro el encargado de prepararla para actuar en Certámenes Oficiales
y, al cumplir los dieciséis años, en el Pilar de 1916, alcanzó el primer
premio. En 1917, el año que se presentó Miguel Fleta, obtuvo otro de los
primeros premios, esta vez repartido con Felipe Colmán. En 1920 cuando a Pilar
Gascón le concedieron el Primer Premio, “La Burina” logró el segundo. Y en 1928
ganó el campeonato. Siete años consecutivos consiguió en Albacete el máximo
galardón. Y tras recorrer triunfalmente España y el extranjero, se casó, a los
veintiún años con Victoriano Albericio, el famoso “Trajinerito”, gran
banderillero de Nacional II y de Nicanos
Villalta quedando viuda al año de casada. Y ya no dejó de cantar hasta 1936.
María
Asensio está considerada como una de las mejores joteras de su época,
distinguiéndose por su hermosa planta baturra, por lo salerosa que aparecía en
escena: por su gran espíritu de compañerismo.
CON LA TUNA
ZARAGOZANA
María
Asensio fue solicitada varias veces por las Estudiantinas de Zaragoza. Los
“tunos” vieron en ella una jotera que, aparte de su gran valía como cantadora,
sugestionaba cuando vestía el traje de “maña”. Su carácter abierto, su
delicioso humorismo natural y, su falta de egoísmos, iban a los estudiantes
como anillo al dedo. ¡Quién mejor que ella para estar a las duras, más que a
las maduras, en aquellos viajes románticos tan prodigios en éxitos artísticos
como en fracasos económicos! Y así, año tras año, en Pamplona y en San
Sebastián, “La Burina” era una “tuna” entre los “tunos” y una decidida
compañera de aventuras.
Vale la
pena recordar este hecho. Cierta vez, en San Sebastián, después de varios días
de actuación para recoger fondos con fines benéficos, la Estudiantina llegó a
no poder pagar el hospedaje y se vio en el trance de no tener dinero suficiente
para el regreso a tercera. Durante las últimas cuarenta y ocho horas, los
“tunos” se alimentaban con un plato de lentejas y media tortilla “por barba”. María
Asensio, siempre animosa propuso lanzarse a la calla al día siguiente al punto
de la mañana y no dejar de tocar y cantar hasta media noche. Así se hizo. Y con
los estómagos casi vacíos, pero con el espíritu alegre, siempre alegre y
confiado, saturaron de pasacalles y jotas el ambiente donostiarra hasta que los
dedos de los tañedores empezaron a agarrotarse y la garganta de “La Burina”
enronquecía por momentos al total escasamente recaudaron para la mitad de los
billetes del tren. A última hora, un aragonés que se hallaba en San Sebastián,
el señor Tello, les “adelanto” el resto y algo más para poder comer un
bocadillo. Y menos mal que pararon en Pamplona porque allí, con la actuación de
María Asensio en el Frontón donde entusiasmó a los pamplonicas, la cancha se
llenó de monedas de plata, y, al día siguiente, en la plaza de toros, “La
Burina” agotó su repertorio, se recogieron muchos cientos de pesetas y, en
honor de ella, fueron lanzados al ruedo sombreros, chaquetas, boinas,
gabardinas y botas de vino. Ella magnífica y los estudiantes, alborozados,
entre las aclamaciones del público, fueron devolviendo todas las prendas a los
tendidos y llenando las bolsas de los “tunos” con el producto de la colecta
¡por algo los estudiantes acudían a “La Burina” seguros del magnífico poder de
sus coplas y del enorme atractivo de la castiza zaragozana!.
EN LA CALLE
DE LA ESTACIÓN.
Hace pocos
días, en el barrio del Arrabal, en la calle de la Estación, en un
establecimiento Pensión-Bar que desde hace siete años es atendido por María
Asensio y su hermano, tuvimos ocasión de charlar un par de horas con la famosa
jotera. A sus 61 años, todavía habla de la Jota con fervor y apasionamiento.
Convertida en gran cocinera, mientras prepara unos pollos “a la chilindrón” o unas
magras con tomate, o unos callos “a la Madrileña”, como un susurro, entre
labios, muchas veces va recordando la “fematera” la “fiera” antigua, la
“zaragozana” del “Royo del Rabal”, y otras tonadas clásicas que ella, hace casi
medio siglo, empezó a cantar siendo joven obrera, camino de Torrero y a su
regreso a casa de sus padres. No hizo fortuna alguna con la Jota porque en sus
primeros tiempos, cuando salía de viaje, le daban 6 pesetas de sueldo. Luego,
ya ganó más, pero fue muy poco lo que pudo ahorrar. El ingreso extraordinario
que más recuerda fue un obsequio de la Comisión de Festejos en el año que ganó
el campeonato: una caja de cerillas…, sin cerillas y una pulsera. La pulsera,
ancha y recia, era de oro macizo. La caja de fósforos contenía 500 pesetas.
Demetrio
GALAN BERGUA.
Nuestra
próxima publicación será una entrevista a uno de los mejores cantadores de jota
de la actualidad. Un jotero de raza, con una voz imponente y cuidadoso con sus
estilos.
¡Estad
atentos que seguro os que os gusta!
Sergio Sanz
Artús
Muchas gracias por esto tan bonito quien lo haya escrito sobre mi tía
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