jueves, 26 de febrero de 2015

FERMÍN ARRUDÍ URIETA "EL GIGANTE ARAGONÉS"

Buenos días a tod@s!
Esta vez, tal y como os adelantábamos en el anterior “El Heraldo de la Jota”, D. Demetrio Galán Bergua nos sorprende con un artículo dedicado a un jotero no muy conocido.
Presentamos de esta manera, el artículo publicado el 5 de noviembre de 1961 y dedicado al cantador Fermín Arrudí Urieta, el “Gigante Aragonés”.


GALERIA DE LA JOTA
JOTEROS CELEBRES: FERMÍN ARRUDÍ URIETA EL “GIGANTE ARAGONÉS”

ACLARACIÓN PREVIA
Quienes no conocieron a Fermín Arrudí más que  como “Gigante Aragonés” y sólamente le vieron en sus “controladas”, “comerciales” y espectaculares exhibiciones por Aragón, España y el extranjero, seguramente se sorprenderán de que su figura se traiga a la “Galería de la Jota” de HERALDO DE ARAGÓN para unirla a las de los más célebres joteros. Pero yo  puedo justificar tal decisión porque en mis años mozos, en mis largas jornadas veraniegas en Sallent del Gállego, su villa natal, tuve frecuentes ocasiones de admirar en él, aparte de su enorme talla y gran bondad, varias facetas artísticas y actividades dentro de la Jota que, allí en su pueblo y en el Valle de Tena, le dieron tanta popularidad como su impresionante gigantismo y marcados estigmas acromegálicos.

DOS CASOS ASOMBROSOS

Fermín Arrudí Urieta nació en Sallent, en la típica casa de “Sorda”, apodo que heredó un hermano suyo al que llamaban “Juan de Sorda”, el cual vino al mundo con una tara mental que pronto le convirtió en “el tonto del pueblo”; un tonto curiosísimo que junto a sus rotundas deficiencias y anormalidades psíquicas poseía tal memoria que recordaba con los más pequeños detalles el más lejano historial de todos los vecinos de su época, especialmente de los que nacieron en el mismo cuarto de siglo que él naciera, “acertando” instantáneamente – cuando se le requería- la hora, día, mes y año del nacimiento de cualquiera de ellos, con pelos y señales de las más diversas circunstancias y datos personales, incluyendo el estado del tiempo – nieve, lluvia, granizo, calor o frío, boira o ventisca- que entonces hiciera.  Además, resolvía con rapidez inconcebible toda clase de sumas, restas y multiplicaciones, con un procedimiento que nunca se pudo saber cuál era, y retenía de cabo a rabo todo el Santoral que figuraba en las hojas de los calendarios, a las que era aficionadísimo. Pues bien: el hermano gigante, nuestro Fermín, tampoco gozaba de una inteligencia soberana, ni de un cerebro espejado; más bien era “corto” de mentalidad, pobre de ideas, escaso de entendimiento, casi ayuno de cultura. Y, sin embargo, fue un verdadero artista intuitivo ya que sin que nadie le enseñara llegó a tocar con notable destreza el violín, el laúd, la pandereta, los hierrecillos, el requinto, la bandurria, la flauta y el armonium. Si se tiene en cuenta que por el anillo que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda pasaba holgadamente una de aquellas grandes “perras gordas”- moneda de cobre, de diez céntimos-; que sus otros dedos eran proporcionadamente fenomenales; y que sus manazas triplicaban, con mucho en grosos y amplitud a las normales, difícilmente se comprenderá como el “Gigante Aragonés” pudo casi dominar tales instrumentos e interpretar en todos ellos las más diversas composiciones musicales y, preferentemente, las rápidas variaciones de nuestra Jota. Pero lo que nos dejaba perplejos era el manejo del requinto, el diminuto guitarro cuyos trastes con uno solo de sus impresionantes dedos tapaba. Y lo más curioso y admirable era el recio “sabor” y el magnífico matiz que imprimía a sus interpretaciones. 

©Archivo Heraldo de Aragón

EL JOTERO
Fermín Arrudí, además de tañedor era cantador y, sobre todo, rondador y animador de fiestas en las que la Jota se daba con el encanto de antaño. Allí, en Sallent de Gállego, la pintoresca villa fronteriza, maravilloso belén colocado en el centro de un grandioso anfiteatro, soberbio prodigio anfiteatro, soberbio prodigio de la Naturaleza, conocí las primeras rondas de mozos, espectáculo incomparable, sugestivo, lleno de poesía y lirismo sencillo, espontáneo, natural. Recorriendo aquellas calles pinas y empedradas parando en estrechas encrucijadas y bellos rincones, expansionándonos y descansando en la “Puerta de la Herrería” y en el “Mentidero”, y rondando a todo el pueblo una y otra vez se unió a nosotros el “Gigante Aragonés”. Un corneta de carabineros tocaba la bandurria, dos o tres mozos rasgueaban sus guitarras, un solterón manejaba la pandereta o los “hierros”, y Fermín Arrudí, destacando entre los diez o doce que formábamos la cuadrilla, “sacaba” al requinto el secreto de sus sonoridades. Cantaban los mozos, animados siempre por el gigante alegre, afable, infantil… Y de pronto, cuando menos se esperaba, su voz estentórea, de timbre recio y de colosal potencia, inundaba el ambiente de la noche tibia interpretando reciamente, con estilo puro, las clásicas “rondaderas” de la época antigua, propagándose en ecos sobrecogedores las frases musicales de la Jota que, siempre grande, resultaba entonces tan gigante con aquel enorme mocetón montañés que llevaba dentro de su alma baturra, de su espíritu racial, la esencia del canto de Aragón que él con tanto fervor amaba y con tanto anhelo defendía.

VIDA BREVE
Fermín Arrudí nació el día 7 de julio de 1870. Su vida fue, desde su mocedad, una ininterrumpida serie de episodios de toda índole, a cual más interesante, entremezclados con no pocas amarguras y sacrificios. Estoy por afirmar que los días felices de su existencia fueron aquellos que pasó en Sallent donde gozaba de una libertad absoluta, de una vida de relación gratísima para él puesto que sin etiquetas, ni ocultaciones, ni esclavitudes forzosas, ni férulas obligadas en sus desplazamientos, trabajaba en el campo, vestía a su gusto, comía a placer, alternaba con todos sus convecinos, disfrutaba en las Fiestas, se distraía en su casa con sus variados instrumentos musicales, y, por encima de todo esto, que ya le hacía dichoso, rondaba de noche lo que, a no dudas, constituía una verdadera ilusión, tal vez, si, porque le gustaba la Jota de ronda, pero acaso, también, porque era entonces cuando él dejaba de ser el gigante que llamaba la atención de las gentes para convertirse en un hombre como los demás para reír, y cantar, y bullir a sus anchas, y vivir con optimismo, y sentirse libre, y considerarse como un ser normal…
A Fermín Arrudí, en una de sus excursiones al extranjero, le conoció Luisa Carle, parisina arrogante, esbelta, alta, de correcta educación. Con ella se casó y vivió en Sallent, y en su compañía realizó viajes y más viajes, siempre en plan de gigante de exhibición. Fermín no tuvo descendencia, y falleció a los 43 años de edad, el día 4 de mayo de 1913. Antes que él, había muerto su hermano “Juan de Sorda”. Los dos dejaron recuerdo en la historia de la villa perenales. La fama del uno no pasó de allí; fama triste y simpática, a un tiempo. La celebridad del otro tuvo de todo… Pasemos por alto su faceta humana vapuleada por su gigantismo, y quedémonos con aquello que me ha movido a traerlo a esta “Galería”: su indudable personalidad jotera, no profesional ni de gran figura pero evidentemente admirable y rotundamente ejemplar…

Demetrio GALAN BERGUA.

El próximo artículo de “El Heraldo de la Jota”, recogido en los artículos que Heraldo de Aragón publicó del gran D. Demetrio Galán Bergua y de los cuales tenemos la cesión en exclusividad para poder re-editarlos, trata de otro jotero oscense, más concretamente de la localidad de Santalecina… ¿Quién se anima a descubrir quién es?
Sergio Sanz Artús

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