jueves, 19 de febrero de 2015

CAMILA GRACIA

Buenos días a tod@s!
Hoy presentamos la publicación que D. Demetrio Galán Bergua dedicó a una de las mejores, por no decir la mejor, joteras altoaragonesas de toda la historia de la jota, y cuya interpretación del estilo “Anda y dile al Santo Cristo” se recuerda con muchísimo respeto.
Presentamos así, el artículo publicado el 29 de octubre de 1961 y dedicado a la jotera Camila Gracia.

Domingo 29 de octubre de 1961

GALERIA DE LA JOTA
CANTADORAS CELEBRES: CAMILA GRACIA.

MISAS, MOTETES Y AVEMARIAS
Camila Gracia Salillas, nacida en Huesca, ya a los nueve años de edad empezó a cantar en el coro de la iglesia del Convento de las Capuchinas. Su bonita voz había llamado la atención de las monjas, y pronto figuró como solista en toda clase de funciones religiosas que allí se celebraban. Tanta resonancia tuvieron sus actuaciones en el convento que, al poco tiempo, se convirtió en la tiple infantil imprescindible en la mayoría de las iglesias de Huesca, donde, año tras año, cantó motetes, entonó las Avemarías del mes de mayo, y participó en las misas más solemnes. Así, ensayando continuamente lo que debía interpretar en las diversas capillas oscenses, pasaron los primeros años de su carrera artística, observándose en Camila que su voz se hacía cada vez más potente y hermosa. Pero la niña, convertida en moza no tardó en sentir, muy profundamente, una naciente afición por la Jota. Era su alma aragonesa la que le empujaba por nuevos derroteros, y al fin, sin dejar de recordar con inmenso cariño y devoción su paso por el Convento y por las Capillas de Huesca, aprovechó la primera ocasión que le brindara la casualidad para entregarse con el mayor entusiasmo al canto regional.

EN LA ESCUELA DE SERAL
Fue el gran maestro Fidel Seral de Huesca, quien casualmente escuchó a Camila un día en el que la Jota brotaba sugestiva de su excepcional garganta. A los 17 años, su voz había vencido la trascendental mutación de la infancia a la pubertad transformándose definitivamente en plena juventud, en una contralto de timbre perfecto. Así lo apreció Seral, y así comenzó a pulir el diamante en bruto que habría de convertirse en maravilloso brillante. El maestro, a los pocos años de tenerla en su Escuela, la consideró como discípula predilecta, y hasta su fallecimiento, en 1954, se sintió satisfecho y orgulloso de la alumna y de la jotera. Camila Gracia, correspondiendo sinceramente a los aciertos y a los desvelos del profesor jotista, siempre, también, le consideró como se merecía, hablando de él como se merecía, hablando de él con cariño y admiración. Recientemente, recordando a Seral, me decía emocionada: “A él, sin duda alguna, debo cuanto en la Jota he sido, pues supo con verdadera maestría educar mi voz, modificándola adecuadamente, enseñándome los más variados estilos y corrigiendo aquellos defectos que, de no haberlos eliminado no habría llegado a ser galardonada”.

 ©Archivo Heraldo de Aragón


CARRERA TRIUNFAL.
En cuanto Fidel Seral  lo consideró oportuno, Camila entró definitivamente en el profesionalismo. Se presentó a cuantos concursos se anunciaban en Huesca, y tomó parte en todos los actos donde la Jota palpitaba.
En 1929, al revelarse Gregoria Ciprés, otra de las más apreciadas discípulas en Seral, de la que también nos ocuparemos, Camila se unió a ella para en lazo artístico y afectivo no separarse jamás. Las dos célebres joteras de Huesca se querían como hermanas. Hoy, alejadas casi por completo de la Jota, vuelven a unirse con frecuencia para recordar glorias y hechos pasados y sentir la nostalgia de aquellos días felices de su juventud.
Camila Gracia obtuvo muchos premios en Huesca, Madrid, Zaragoza y otras poblaciones. Pero los más importantes, fueron los dos Primeros Premios logrados en reñidísima lucha  en los Certámenes Oficiales en Zaragoza, en los años 1930-1932.
Camila actúo siempre como primera figura, siendo requerida por los mejores cuadros de Jota de su época (Asso, Esteso, Zapata). Recorrió Aragón y muchas regiones españolas y en una ocasión obtuvo en Francia un éxito rotundo, cuando después de ser ovacionada por la interpretación de varias tonadas preciosas, dedicó al público, a modo de despedida, una copla en francés que traducida al castellano, venía decir poco más o menos:
Aunque en Francia y en España
tienen un hablar distinto,
si la lengua no es igual,
el corazón es el mismo.
Camila Gracia había logrado cautivar a los franceses, y éstos se rindieron enardecidos ante el arte jotero de la cantadora y la copla que en forma tan bella y tan sencilla expresaba el sentir de los españoles.

UN OFRECIMIENTO DE FLETA.
En el año 1931, Camila estuvo durante un mes actuando con gran éxito en el Teatro Price, de Madrid. Un día, Miguel Fleta la oyó cantar y quedó entusiasmado de su voz. Al final del espectáculo, el divo aragonés fue a saludar a la cantadora oscense, diciéndole, después de felicitarla efusivamente: “Mira, mañica: voces como la tuya solo salen cada veinte años. Yo puedo y deseo lanzarte al Teatro Lírico. Vuelve a Hueca, piénsalo bien, y dime algo”. Pasó el tiempo y Camila ni se decidió a cambiar de vida, ni se atrevió a contestar a Fleta. Pero éste, en 1933, fue a Huesca, llamó a la jotera y volvió a insistir: “Tu voz de contralto es magnífica, como lo es la de Gregoria Ciprés, una promesa mezzo-soprano. Venid a Madrid. La ópera os espera, y yo también para ayudaros”. Sin dudarlo, las dos entrañables amigas pensaron lo mismo: “Seguiremos con la Jota, que es lo nuestro”. La Jota había triunfado.

FINAL.
La última etapa de la carrera de Camila ha sido como Profesora de canto en los cuadros de “San Lorenzo” de Huesca y de la “Peña de Amigos de la Jota”, de Madrid. En ambas actividades ha realizado una enorme labor, como resultados francamente positivos. En la actualidad, aunque conserva muy bien la voz sólo actúa en los festivales benéficos. Hace pocos días tuve ocasión de hablar con ella durante varias horas, y tras contarme interesantísimos pasajes de su vida y graciosas anécdotas acabó por decirme: “Yo pude seguir el camino que inicié en el Convento de las Capuchinas y en las iglesias de Huesca, poniéndome en manos de un profesor de canto: pude aceptar el generoso ofrecimiento de Miguel Fleta para dedicarme a la ópera. Pero en las dos ocasiones, la jota ya se había adueñado de mí, colmando mis aspiraciones. No me arrepiento. Con la Jota he sido muy feliz. Tan feliz como lo fui siendo madre y hoy lo soy siendo abuela”. Cuando llegó a este punto calló Camila, a la vez que sus ojos se entornaban como si ella quisiera concentrarse en un éxtasis de recuerdos de amor, de incomparable felicidad…
Yo respeté el prologando silencio de la gran jotera y ejemplar mujer y, convencido pensé para mis adentros: ¡Los hijos!... ¡Los nietos!... ¡La jota!

Demetrio GALAN BERGUA.

En la próxima publicación hablaremos de un cantador de jotas, muy poco conocido por su nombre de pila, pero que seguramente reconoceremos por su apodo… ¿Sabéis decirme quien era Fermín Arrudí Urieta?
Sergio Sanz Artús

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