martes, 15 de febrero de 2011

La Copla Aragonesa

Hola a todos los lectores fieles de este blog. Para poder dar más tiempo a la lectura de las entrevistas que llevamos haciendo todas las semanas, vamos a retrasar las publicaciones de El baúl de la jota a los martes.

A continuación, voy a plasmar un manuscrito recogido de “Los Anales de la Escuela Oficial de Jota Aragonesa”, en concreto, del número 6 (año 1947) y que fue un trabajo leído por el ilustre literato aragonés Luis Royo Villanova en el Círculo de la Prensa en Madrid, en noviembre de 1897, en un homenaje a la Jota aragonesa, en el que tomó parte el gran maestro Santiago Lapuente y su discípulo José Moreno.

LA COPLA ARAGONESA

“Dicen que las comparaciones son odiosas, y realmente la frase es cierta cuando al comparar intentamos que salga triunfante uno de los términos, con desdoro y menoscabo del otro; pero en la comparación de dos cosas bellas que reconocidamente lo son, no sólo conseguiremos una nueva belleza, cual es la belleza del conjunto, sino que el mérito de cada uno de los términos, lejos de aminorar y oscurecerse, parece como que se agranda y robustece al resaltar por la fuerza del contraste sobre el otro término que le sirve de fondo.
Y todo esto viene al tanto de que para explicaros en pocas palabras cuál es el carácter y la enjundia de la copla baturra, necesariamente he de partir de una base que ahorre fundamentos a mi pluma y molestias a vuestra atención, y esta base es la de que todos conocéis el variadísimo, poético y exuberante coplero andaluz, ya por la repetida audición de aquellos popularísimos cantos, ya por la lectura de cancioneros, copleros mejor dicho, tan importantes para los estudios folklóricos como el de la Fernán Caballero, el de Lafuente, Alcántara y el más moderno y voluminoso de D. Francisco Rodríguez Marín.
Admitido que conocéis a cientos las coplas andaluzas, mi tarea es bien fácil, por fortuna para mí, y corta felizmente para vosotros. Casi basta para mi explicación aquella sencillísima de un sargento instructor de quintos: media vuelta a la derecha es lo mismo que media vuelta a la izquierda, sino que es todo lo contrario.
Lo contrario, sí; no en el sentido de rivalidad y enemiga, sino en el del más puro y bellísimo contraste literario, como contraste natural ofrecen el Mediodía y el Norte, las soleadas campiñas de Andalucía y los venteados cabezos de Aragón; como contraste musical presentan los tonos melancólicos, orientales, voluptuosos de la guitarra andaluza y el rasguear vivo, alegre, fuerte, sonoro, de la bandurria aragonesa; como hay contraste entre el verjel andaluz estallando en flores y en aromas, y el huerto aragonés encorvado al peso de los frutos; contraste en el carácter, en la lengua, en las costumbres, porque, para decirlo de una vez, si la belleza nació en Andalucía, la verdad nació en Aragón; la guitarra andaluza canta bellezas como cielos, el guitarro aragonés dice verdades como puños. ¿Qué importa que la hipérbole andaluza no sea cierta si es bellísima? ¿Qué importa que el cantar baturro no sea poético si es verdadero?
La guitarra andaluza es brillante y esplendorosa; su largo mástil termina en ramo de cálveles o en lazo de cintas de colores; sobre su caja pulimentada rasguean con suaves caricias los dedos finos y nerviosos del poeta. El guitarro aragonés es basto y oscuro, su mástil no tiene cintas ni flores; el sudor del trabajo ha ennegrecido su caja, y allí donde acaban las cuerdas, hay un corazón pegado donde golpea el baturro como en su propio corazón.
El andaluz, para entrar desde luego en el proceso amoroso, norma y base de todo cancionero popular; el andaluz, digo, rompe en requiebros bellísimos que le sugiere su fantasía meridional, sus labios inagotables, su aplomo y su fogoso natural exaltado por los amores.
¿A qué citar ejemplos? Coplas de requiebro tenéis bellísimas y copiosas en los copleros que antes he citado.
Pues bien; el baturro no sabe requebrar; lo que siente se lo calla; sólo por un supremo esfuerzo logra dar salida a su querer, y como sale de pronto y después de estar muy contenido, sale generalmente mal; no es el poético caño de una fuente; es el tremendo chorro de una manga de riego.
Así, por ejemplo, quiere echar una flor, y dice el siguiente donoso disparate:

Dos columnas de alibastro
hechas con arquitectura
dostienen el molificio
de tu polidá hermosura.

cuando no se lía la manta a la cabeza, y reconociéndose incapaz de decir a la novia una sola palabra, exclama:

Siquiá me golviá aura mesmo
un abrió u animal
pa abrevar en esa fuente
tuviéndome tú el ronzal.

otras veces quiere ser fino, y canta así:

Quisiá sel la enredadera
que sube por tu ventana,
pa hacerte cuando te asomes
cosquillicas en la cara.

o sintiéndose capaz de imposibles empresas por la dama de sus pensamientos, agarra el guitarro y le dice:

Si quieres que al cielo suba
y las estrellicas cuente,
y coja la más bonita
y te la ponga en la frente…

La cláusula queda sin terminar, aguardando una respuesta de la dama que, por suerte para el baturro, no acepta nunca la invitación.
Si la aceptase, ya estaba nuestro mozo dispuesto a volar, no con alas de cera como Ícaro, sino con un par de cañizos debajo de los sobacos.
No sería la primera vez.
Hay quien no contenta con subir al cielo, verbigracia:



Principio cauteloso
man dicho que el sol t’ofende
yo con el sol reñiré
y al sol le daré la muerte.

Y para pintar, en fin, el ridículo encogimiento (que a mí no me parece ridículo sino sublime) del baturro junto a su novia, hay otro cantar que dice:

Siempre que veo a mi abrío
dando vueltas a la noria,
la noria me paices tú
y el abrío mi persona.”


Sergio Sanz Artús

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