jueves, 7 de marzo de 2019

JOSÉ MORENO


¡Buenos días a tod@s!
Una semana más, seguimos con nuestra labor de recuperación y digitalización de los artículos publicados por D. Demetrio Galán Bergua en el Heraldo de Aragón y que fueron cedidos a nuestro grupo para su difusión.
Esta semana, recuperamos el artículo publicado el 24 de Diciembre de 1961 en el que Galán Bergua ensalzaba la figura de José Moreno.

Domingo 24 de diciembre de 1961

GALERIA DE LA JOTA
CANTADORES CÉLEBRES: JOSÉ MORENO, “EL BATURRICO DE ANDORRA”

EN EL OCASO DEL “ROYO DEL RABAL”.
De alguna manera hay que llamar al período en que el “Royo del Rabal” empezaba a declinar como cantador, coincidiendo con la aparición de nuevos joteros que alcanzaban justa fama y extraordinaria personalidad tanto por su temperamento artístico como por sus facultades y cualidades interpretativas. Ocurrí esto a fines del siglo pasado. Entre los varios cantadores que por entonces destacaron hubo dos excepcionales: José Moreno, de Andorra (Teruel), y Juanito Pardo, de Zaragoza. Ambos se dieron a conocer en los Certámenes Oficiales, a los 15 y a los 12 años, respectivamente. Los dos siguieron la misma trayectoria. Empezaron muy jóvenes, y muy jóvenes se ausentaron de Zaragoza, y de España. Uno y otro triunfaron rotundamente mientras aquí estuvieron hasta el punto de que en la historia de la jota figuraban como verdaderos “fenómenos” del canto regional. Sin embargo, no más de un decenio duró su carrera artística que fue eso sí, apoteósica. Afortunadamente la desaparición de estos cantadores se dio cuando otras grandes figuras surgían como astros de primera magnitud en el firmamento de la Jota cantada, tales como Blas Mora, Vicenta Giménez, Jacinto Gracia, Ángeles Giménez, Antonio Aznar, Nicolás Perrín, Ignacio Valenzuela, José Lasanta, Isabel Muñoz, Gerardo Gracia, Romualdo Arana, Juan Antonio Gracia, Urbano Gracia y, sobre todo, María Blasco, Miguel Asso y Cecilio Navarro. Todos estos se hicieron célebres cuando el “Royo del Rabal” ya no existía como cantador, y casi al tiempo en que dejó de existir como hombre.
José Moreno y Juanito Pardo, además de su facultades naturales demostraros poseer lo que no está en la materia, ni depende de la perfección anatómica, ni está ligado a la función orgánica, ni basado en la integridad física. Tenían alma, espíritu, temple, intuición y “maneras” propias. No lograron hacer olvidar la fama del rabalero pero sí atrajeron la atención y la admiración de los amantes de la Jota que se enfervorizaban oyéndoles cantar.
El “Royo del Rabal” había declinado pero siguió conservando su personalidad histórica y popular. Ni Moreno ni Pardo, ni los cantadores citados, ni todas las grandes figuras conocidas hasta hoy, lo anularon como símbolo representativo. Por eso lo que hemos llamado ocaso del “Royo del Rabal” no fue más que una natural sucesión en el trono que él dejaba para que otros, a su tiempo, se erigiesen en monarcas de la Jota.

LA REVELACIÓN.
En el Certamen Oficial de las Fiestas del Pilar del año 1896 se presentó por primera vez al público José Moreno, discípulo predilecto y protegido de Santiago Lapuente. Quizá lo fue más que ningún otro pues se le consideraba como ahijado suyo. Moreno, “El aragonesico”, o “baturrico de Andorra”, tenía entonces 15 años. Tal vez por esta circunstancia el jurado, obrando bien, ante la voz magnífica de un mocico que estaba en un momento crítico de su adolescencia, edad en la que con tanta frecuencia se malogran los precoces cantadores, y tomando en la máxima consideración la formidable actuación de un gran cantador “hecho” y experimentado, Urbano Gracia, concedió a éste el primer premio, y el segundo a José Moreno. El público, muy sensato en aquella ocasión, no protestó el fallo pero hizo objeto de las mayores aclamaciones al joven jotero, considerándole como una verdadera revelación, una caso sorprendente por la “rasmia” y la gracia que imprimía a sus tonadas. La confirmación de su gran clase y el triunfo definitivo no se hicieron esperar, ya que al año siguiente lograba el primer premio con todos los honores.
José Moreno, a partir de aquí, fue el cantador mimado de todos los públicos y de todas las clases sociales. Su atractiva figura, su simpatía arrolladora, su personalísimo estilo de jotero, su preciosa voz, su perfecta dicción y sus grandes facultades cautivaron a los aragoneses y a los madrileños. No hay que olvidar que él, acompañado a la guitarra por su maestro, causó sensación en Madrid en los salones de la Asociación de la Prensa. A tal punto llegó su popularidad en todas las esferas y la admiración de las damas que los preciosos y riquísimos trajes que lucía eran regalos de la marquesa de Ayerbe, de la señora de Vinyals y de la baronesa de la Torre.

FACETAS.
El “mañico” Moreno, nacido en Andorra (Teruel), antes de pasar a la protección y enseñanzas de Lapuente, recibió lecciones de una hermana suya. De ella aprendió varios estilos clásico haciendo una creación de aquel cuya letra decía así:
Cuando nos encontraremos
corazón mío, en la calle;
allí ajustaremos cuentas,
y aquel que deba que pague.
Estilo de grandes dificultades por su frase, y que otra aventajada discípula de Lapuente, Inocencia Sebastián, lo “jugó” – frase del maestro- como nadie, dentro de su difícil sencillez.
De José Moreno, cuando salió de Andorra, decía Santiago Lapuente: “Este chico tiene instinto musical, afición y pulmones. Es muy travieso, muy rebelde, muy independiente, más agudo que el hambre, y posee una gracia especial para anudarse el pañuelo a la cabeza. Si no se malogra con el cambio de voz puede llegar a ser otro Gayarre”. Lo cierto es que Lapuente puso en el mozo andorrano todas sus primeras ilusiones de profesor, logrando, mientras estuvo bajo su tutela, que le obedeciese y le respetase.

©Archivo Heraldo de Aragón
COPLAS ALUSIVAS.
La noche del 15 de mayo de 1897 fue José Moreno el cantador que alborotó a los zaragozanos y entusiasmó al general Polavieja, con motivo de una serenata en la que intervino como gran figura del canto regional. Momentos antes de actuar le dictaron esta copla que cantó con el mayor entusiasmo:
Hace tiempo que la Patria
necesita un Polavieja
que la limpie de traidores
y con honra la proteja.
Pero el bueno de José Moreno, que era un patriota exaltado, influido como todos los españoles de entonces por los sinsabores que nos trajo la guerra de Cuba, en un momento de ardor patrio, en vez de decir “traidores” dijo: “bandidos”, y se quedó tan fresco. Después de todo, en realidad, para la intención de la copla, el calificativo venía a expresar lo mismo. Los dos vocablos estaban bien aplicados…
Aquella misma noche cantó, en serenata, al general Burguete, aragonés, dedicándole esta despedida:
Con esta mi despedida
un viva quiero yo dar
a mi paisano Burguete,
el valiente militar.
También me parece oportuno recordar la que en la misma noche de serenatas cantó ante la Redacción de HERALDO DE ARAGÓN.
Es un heraldo del pueblo
el HERALDO DE ARAGÓN,
portavoz de su sentir,
lengua de su corazón.

UNAS FRASES DEL “ROYO DEL RABAL”.
En la primera actuación de José Moreno –“El niño Moreno” le llamaban entonces- en el Teatro Principal de Zaragoza, ocurrió algo digno de contar. Un espectadro que ocupaba una delantera de anfiteatro, entusiasmado al escuchar al joven cantador en la intervención de uno de sus valientes estilos en lo que derrochaba su potente y bien timbrada voz, no pudo contenerse y, dando un respingo en el asiento, exclamó de modo que le oyera todo el público. “A ese, de no ser el “Royo del Rabal”, no le gana nadie”. Entonces, el espectador más próximo, en la fila de detrás, le contestó con gran parsimonia: “Ese canta más que nadie. Se lo asegura “El Royo del Rabal”, que soy yo”. El oyente justamente exaltado fue don Antonio Galve Pascual, notabilísimo maestro nacional, persona muy cabal y digna de darle crédito, tanto como lo es don F. Martínez Sauras, conocido comerciante zaragozano, superviviente de aquella época, que me ha ampliado la noticia que yo incompletamente conocía.

LA FAMA DESPRECIADA.
Los casos de José Moreno, de Juanito Pardo y de otras figuras del canto aragonés que en plena carrera de triunfos han abandonado la Jota con la esperanza de obtener, fuera de ella, grandes éxitos artísticos, basándose únicamente en la posesión de una voz maravillosa digna –según ellos y ellas, y a juicio de equivocados o malos consejeros- de aspirar a más productivas y gloriosas empresas, bien merecen la pena de que sirvan de lección a cuantos joteros puedan estar a punto de apartarse de la realidad sin meditar sobre el conocido refrán: más vale pájaro en mano que ciento volando”. El caso de Miguel Fleta, que dejó la Jota por haber fracasado en la primera y única ocasión que tuvo de consagrarse como jotero, es cosa distinta, aparte de ser excepcional. Llegó a ser divo mundial merced a una garganta y a un arte privilegiados que cultivó muy lejos del ambiente de la Jota. Joteros célebres que hayan triunfado al “salirse” de la jota no ha existido ninguno. Alguien me dirá que si José Oto, Camila Gracia y María Pilar de las Heras, entre otros varios, no muchos, a los que el mismo Fleta, el maestro Mingote, o ciertos admiradores y empresarios, le animaron a estudiar canto para dedicarse a la zarzuela o a la ópera, hubiesen dejado la Jota a tal fin, habrían llegado a ser figuras del arte lírico. Yo no niego la “posibilidad”, no creo en la “probabilidad”, y siempre me cabrá pensar en aquello de que en los actos humanos no cabe, como en la Fé, creer en lo que no se ve.
Sigan los joteros entregándose a la Jota para bien de ella, orgullo de ellos y honra de Aragón, y escarmienten en cabeza ajena mirándose en el espejo que refleja la triste realidad de José Moreno y Juanito Pardo. Porque lo cierto es, refiriéndonos hoy al “baturrico de Andorra”, que éste se forjó vanas ilusiones y acarició absurdas quimeras –tal vez mal orientado y peor aconsejado- para, al fin, desaparecer de Zaragoza en busca de nuevos horizontes en los que no halló lo que soñaba y acaso sufrió tardíos e irremediables desengaños. Prueba de su equivocación, del error de sus consejeros es que José Moreno murió definitivamente para la Jota, murió para el canto, y murió para el logro total de la fama que, en gran parte, ya había alcanzado. ¡Y cuántas veces, José Moreno, recordaría aquella copla que con predilección había cantado!:
El río vuelve a su cauce
la golondrina a su nido,
pero al corazón no vuelve
la ilusión que se ha perdido.

Demetrio GALÁN BERGUA

Con el próximo artículo nos desplazaremos a la localidad zaragozana de Épila, donde nació, el 11 de marzo de 1888, el próximo cantador que conoceremos de la mano de Galán Bergua. ¿Os animáis a decirnos quién es?
Sergio Sanz Artús

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